Despiden a menores ahogados en Salamanca

AutorDaniela Rea y Mario Gutiérrez

SALAMANCA, Gto.- No se recuerda una tragedia similar. El canal de riego "Coria" ya se ha llevado vidas, por ejemplo, la de tres jóvenes hace dos años, pero nunca la de nueve niños en la misma corriente.

La zona rural adoptó como suyo el luto que embarga a la comunidad de Las Cruces.

En esta pequeña población los cohetes no dejaron de tronar día y noche, tampoco la campana del templo se cansó de anunciar la despedida de los nueve menores que perecieron ahogados después de que su maestra, Dulce Ivett Soto Duarte, perdiera el control de la camioneta en que los transportaba y cayera a un canal de riego.

Conmocionados por la tragedia, los pobladores de comunidades aledañas a Las Cruces se agolparon desde temprano en torno a los féretros de los niños que ocupaban todo el interior de la pequeña iglesia del lugar.

Ahí, entre decenas de personas, sorprendía observar la figura de Dulce Ivett, quien apenas unos días antes llevaba a los niños a su fiesta de cumpleaños en una camioneta.

A pesar de tanto dolor, nadie reclamó, nadie recriminó. Tampoco existieron reproches. El perdón ganó a la condena.

Si la maestra había sido perdonada por los padres de los niños, nadie tenía derecho de señalarla.

El dictamen era unánime para la educadora de 20 años: fue un error, un accidente, y así había que tomarlo.

Conforme avanzó el día, los susurros entre mujeres se transformaron en un llanto profundo. Había motivos. Los ataúdes se fueron cerrando uno a uno al terminar la celebración religiosa en su memoria. Era la última oportunidad de ver a su hijo, a su nieto, a su sobrino...

Postrados...

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