Despiden al guerrero

AutorSilvia Isabel Gámez, Julieta Riveroll y Óscar Cid de León

Víctor Hugo Rascón Banda se fue lleno de colores: el naranja de la crema de zanahoria que cenó, el verde y rojo del pavorreal que adornaba el vestido de su hermana Diva Nelly, el blanco de los tenis que estrenó para su última visita al hospital.

Su familia lo esperaba en urgencias, como tantos otros días en que se impuso a los vaticinios de los médicos, pero la madrugada de ayer, hacia las 6:00 horas, su corazón se rindió. De haberlo sabido Rascón Banda, que siempre se reveló ante la idea de la muerte, no se lo hubiera perdonado.

Lo suyo fue una huida hacia delante. "Nunca he tenido una depresión", decía orgulloso el dramaturgo. Pero ese recurso de llenarse de planes para no pensar falló cuando, hace unos meses, la leucemia que durante 14 años padeció se complicó con una neumonía y su gastado organismo ya no resistió.

"Ojalá el perico grite mucho y ladre el Güero para que la casa no se sienta tan sola", le dijo a Diva Nelly apenas el miércoles, después de que los hijos y nietos de su hermana mayor desfilaron ante su cama, despidiéndose.

Estudiante aplicado, abogado ejemplar, dramaturgo único, el 28 de junio, Rascón Banda hizo acopio de fuerzas para asistir a su ingreso a la Academia Mexicana de la Lengua. Una semana antes, sonreía en su casa recordando el ponche de leche, huevo y chocolate que preparaba su madre a los cinco hijos para que aguantaran despiertos las clases de ortografía y quebrados que les daba "para que destacáramos"; las tardes junto al abuelo, esperando a que disparara y le acertara al coyote; las visitas que le hacía a Emilio Carballido, a escondidas de su maestro Hugo Argüelles, para leerle sus obras frente a una botella de vino tinto.

Doña Rafaela, su mamá, fue central en su vida. Víctor Carpinteiro, gran amigo de Rascón Banda, recuerda cómo, este 9 de mayo, acompañó al dramaturgo, quien apenas podía caminar, pero no se detuvo hasta comprarle un regalo para el Día de las Madres.

A últimas fechas, dice, sintiendo cercano el fin, se obsesionaba: quiero ir a ver el mar, no puedo faltar a esta conferencia, hay que hacer este proyecto. "Cuando se quejaba, preguntaba enojado: '¿por qué me duele?, no aguanto', pero nada más".

"La actividad me renueva", decía Rascón Banda, "por eso hago tantos compromisos". Pero en los últimos meses le era difícil cumplir, y eso lo exasperaba.

"Se le dijo a muchísima gente: 'es que Víctor Hugo está muy mal, no puede escribir', pero insistían, 'es que me prometió'. Y él preguntaba: '¿es que no...

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