Despertemos ya.- Luna

AutorDiego Luna

El viernes pasado recorrí Monterrey y pude constatar con mis propios ojos el nivel de destrucción que el huracán "Alex" dejó a su paso por el Estado de Nuevo León.

Las imágenes que nos encontramos en las calles me impactaron sobremanera. La avenida que está a un lado del Río Santa Catarina tiene tramos que desaparecieron por completo, como si alguien los hubiera arrancado y aventado unos metros más adelante. Puentes partidos a la mitad y casas sin piso, sin paredes o sin techo. Un Monterrey herido por la impresionante fuerza y la temible capacidad de destrucción del agua.

¿Qué tan hondo llega la invisible destrucción que cubre de temor el ruido que campa en este ambiente?, ¿qué imágenes dejará enquistadas en la memoria de la gente?, ¿qué sueños poblarán de manera recurrente las noches de las víctimas del huracán?

Nuestro plan era entregar medicinas en tres albergues cercanos a la ciudad. Montamos en el DF un improvisado centro de acopio de medicamentos. La primera sorpresa fue ver la poca participación de la gente. Si bien en Twitter y en la radio se promocionó bastante, las donaciones llegaron a cuentagotas. Al final, con mucho esfuerzo, logramos juntar una cantidad decente de medicinas, empacamos y salimos para allá.

Cuando llegamos al primer albergue, la primera impresión que nos llevamos fue el nivel de organización que había: trabajadores del DIF, doctores, sicólogos, miembros del Ejército, de SEDESOL y un gran número de voluntarios marchaban como al compás de las notas de una partitura bien ensayada. Todos bien coordinados y con muchas ganas de aportar, un gran ejemplo.

En los albergues que no están incomunicados, los hombres salen a trabajar en la mañana y regresan en la noche a dormir, de tal forma que durante el día son las mujeres y los niños los que dan uso a las instalaciones que en su mayoría han sido instrumentadas en gimnasios o escuelas. Además de entregar los medicamentos, la idea era pasar un día con la gente que lleva instalada ahí dos semanas. La necesidad de las señoras de hablar y ser escuchadas era palpable.

La visita se trató precisamente de eso: ser testigos y acompañantes de voces que tratan de reparar lo irreparable al contar sus historias. Después de un rato me fui a sentar con los niños que estaban todos reunidos en el centro del albergue dibujando. Llegué y vi cómo varios habían incluido en sus dibujos el agua como un elemento recurrente. Una mujer que daba apoyo sicológico en el lugar me dijo que las...

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