Desnudar a la Patria

AutorHéctor Zagal

El humor contempla a la humanidad en ropa interior; la ironía, lo desnuda. Esto vale tanto para la persona singular y concreta como para las naciones, y vale, también, en un camino de "ida y vuelta". Ironizando, el irónico se quita la ropa, desciende del palco, abandona el puesto de espectador privilegiado, y se ensucia con el fango de la risa. El irónico desnuda y se desnuda.

La historia, por el contrario, se parece a Medusa, quien la miraba quedaba convertido en piedra. El afán de exactitud de algunos historiadores juega en su contra; son medusas que petrifican lo que hay a su alrededor.

Nietzsche advirtió este riesgo cuando nos previno contra la historia al estilo de los anticuarios, ese afán enfermizo de estudiar el pasado "grandioso" porque se carece de fuerzas para vivir el vulgar presente. Pasear en una tienda de antigüedades es sumergirse entre objetos cuya función se reduce al ornato: una máquina de escribir, una espada, un pergamino. El olor a naftalina anuncia que caminamos en una atmósfera enrarecida y artificiosa. Frecuentemente los anticuarios son personas mal encaradas, que se ponen nerviosas con los visitantes inexpertos y con los niños, pues el desparpajo para curiosear puede dañar sus preciosos objetos.

Comprendo el recelo de Nietzsche contra el prurito científico del historiador. Frente al anticuario que preserva la memoria en formol, el alemán opuso el vigor, la libertad y la vitalidad de la literatura. Curiosamente, Aristóteles también manifestó un desdén similar, cuando escribió que la poesía es más científica que la historia. Los dos filósofos se percataron, cada uno a su manera, de que la historia siempre miente. Precisamente por ello, reconocieron el valor de la poesía. ¿Que la literatura es ficción? También lo es la historia. ¿O de verdad creemos que los enjundiosos estudios monográficos son ciencia dura?

Y de entre las mentiras históricas, la más engañosa es la oficial: la de libro de texto, la de las ceremonias civiles y "honores a la bandera". Este género perverso reúne la arrogancia de la ciencia y del credo religioso, y lo embadurna con la fraseología de la poesía épica. Son los relatos de los "héroes que nos dieron patria" que nos indigestarán desde ahora hasta el 2010. Concedo que los mexicanos necesitamos de discursos fundadores, como la Eneida de Virgilio para Roma o aquello de "pueblo del...

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