Descubren su voz

AutorRebeca Herrejón

Karina tiene 13 años y jamás había ido a la escuela. Su sordera profunda hizo que en las instituciones educativas no fuera aceptada, pues no podía seguir el paso de las maestras o compañeros.

En agosto, su madre la llevó al Colegio de Audición y Lenguaje, una asociación civil dedicada a fomentar la oralización de niños sordos y con otras discapacidades adyacentes, que trabaja desde hace 18 años y busca lograr la independencia de estos pequeños.

"La mamá la llevaba a la escuela, no la aceptaban y, pues ya, mejor no la llevó. Entonces alguien la trajo, la rescatamos y aquí la tenemos", explica Obidia Angulo Camacho, directora de la organización.

"Tiene mucho interés, porque ella quería aprender, como todos los niños".

En agosto comenzó su educación primaria y hoy ya escribe algunas palabras y dice, con una voz fuerte y clara, pelota o perro mientras las señala sobre un pizarrón interactivo.

El trabajo del colegio empezó hace 18 años, exclusivamente para chicos con sordera, por la dificultad que enfrentaban al ingresar a una escuela regular, explica Angulo Camacho, debido a que no podían comunicarse.

"Si un niño no se comunica oralmente en una escuela regular, no lo aceptan", asegura. "El maestro regular no se detiene a tratar de entenderle, sino que ella da la clase general".

En los tres pequeños salones de la escuela hay infantes que no sólo tienen sordera, sino alguna otra discapacidad adyacente, como autismo, parálisis cerebral, síndrome de Down o retraso mental.

Los niños cursan alguno de los seis grados de primaria, con adecuaciones curriculares particulares, al tiempo que las tres profesoras ponen ejercicios y actividades que ayudan a oralizar su comunicación.

"Un niño sordo, que tiene sordera, aunque sea sordera profunda, es un niño que puede llegar a hablar, siempre y cuando se le de la estimulación adecuada, porque todo su aparato fonoarticular está perfecto", abunda.

Este proceso, explica, requiere abrir todos los otros sentidos de los pequeños: el tacto, olfato, vista y gusto, además de lograr que focalicen su atención para distinguir movimientos faciales y las vibraciones que pueden producir al emitir un sonido.

Los chicos están repartidos en tres salones. El primero de ellos es, quizá, el más complicado. Ahí están Valeria y Juan, dos pequeños autistas, y Juan Carlos y Telma, quienes tienen parálisis cerebral. Su maestra, Lupita, intenta con sonidos e imágenes, lograr captar su atención y enseñarles algunas palabras. Son los...

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