Descifra Bartra la conciencia

AutorSilvia Isabel Gámez

Para descifrar el lenguaje de la conciencia, Roger Bartra propone a los neurocientíficos buscar fuera del cerebro la solución. Una hipótesis "audaz" que desarrolla en un libro que teme resulte, por su lenguaje, muy duro para sus colegas humanistas.

Intelectual transgresor, el antropólogo decidió, tras sus estudios del mito del salvaje europeo y de las manifestaciones de la melancolía en el Siglo de Oro español, abandonar los territorios del alma para ir en busca del origen de la conciencia.

En Antropología del cerebro (FCE/Pretextos), Bartra plantea la existencia de un exocerebro configurado por circuitos que conectan los procesos culturales -el mundo exterior- con las redes neuronales, surgiendo de esa interacción la conciencia.

Este exocerebro, explica, funciona como una prótesis que realiza procesos que el cerebro no puede llevar a cabo de manera natural.

En el misterio de cómo los circuitos neuronales son sensibles al hecho de que necesitan ese suplemento externo para operar, escribe, radica parte de la conciencia.

Sin esta prótesis -que se vale del habla, la escritura o la música- integrada al funcionamiento cerebral, el ser humano tendría una conciencia muy primaria, al carecer de mecanismos de comunicación capaces de traducir los códigos culturales.

"Buena parte del orden con el que funciona el cerebro se encuentra justamente en su dependencia con el exterior", afirma Bartra, "que le permite organizar y reorganizar los procesos mentales con la ayuda de prótesis artificiales".

Los circuitos neuronales, señala, no son suficientes para albergar todo lo que el ser humano necesita memorizar, por lo cual el Homo sapiens desarrolló marcas y voces, símbolos culturales que se transmiten por las redes exocerebrales.

A lo largo del libro, el antropólogo insiste en la necesidad de dejar de pensar en términos duales -interior/exterior-, para abrirse a la posibilidad de que existen estructuras que pueden funcionar al mismo tiempo neurólogica y simbólicamente, fisiológica y culturalmente, lo cual significa que lo interior puede ser también exterior, y viceversa.

Cuadernos de apuntes

A riesgo de ser tachado de iluminado, Bartra confiesa que fue en 1999, durante un paseo solitario por el Barrio Gótico de Barcelona cuando se le ocurrió la hipótesis del libro.

Desde aquel día, sumó estudios y artículos, entabló discusiones y llenó seis cuadernos de anotaciones hasta concluir una obra estructurada en 13 capítulos que, originalmente, sólo estaba pensada...

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