Descanse en un hostal mágico

REFORMA/ Redacción

El olor a carne asada y limón del restaurante Los Arcos invaden el centro del pueblo mientras los mariachis llenan de música a los turistas, que se refugian del sol una mañana de domingo. La plaza es tan pequeña que el alboroto se escucha en todo el Zócalo. Luce como nuevo en espera de los vacacionistas, gracias al apoyo del programa "Pueblos Mágicos". A fines de este año, los cables de luz se volverán subterráneos, y el cielo del lugar se librará de ellos.

Hasta hace poco tiempo, no había en Comala un lugar donde pasar la noche (la gente se quedaba en sitios aledaños). Se necesitaba ofrecer hospedaje, pero un gran hotel rompería con la modesta arquitectura local, además de que el espacio sería un obstáculo. La mejor manera de salir del embrollo fue relativamente sencilla.

Algunas de las familias que llevan generaciones viviendo en Comala, rehabilitaron casas antiguas y las convirtieron en sitios ideales para recibir huéspedes: hostales peculiares que rompen con los parámetros que de ellos se tienen.

Por ahora están en funcionamiento seis, una buena oferta que cubre las necesidades de distintos tipos de turistas; desde los básicos para mochileros hasta amplios espacios para la comodidad de una familia.

Son casas construidas en época de la Revolución, y están al servicio del que quiera descansar algunos días en el pueblo.

Una especie de terraza en el centro del inmueble, enmarcada por arcos y columnas de ladrillo, son el común denominador. En medio de la propiedad, árboles frutales que muchas veces se ocupan para servir el desayuno, el cual está incluido en la tarifa.

Algunos pisos todavía conservan dos líneas paralelas de empedrado entre los mosaicos, que en su momento sirvieron para que los caballos entraran sin maltratar el suelo.

Con la historia en el aire

Cada casa tiene una historia qué contar, y entrar es apenas el comienzo para conocerla. El hostal El Naranjo, con tres habitaciones, conserva aún fotografías del padre de Ariel, la dueña.

"Aquí vivió mi papá muchos años. El nombre es por el árbol que está en la terraza, era su favorito".

La fotografía de una boda en sepia recuerda al antiguo dueño, y le da un toque de nostalgia inevitable.

Las columnas de los arcos se aprovechan para tender las hamacas y mitigar un poco el calor del mediodía. Pero por encima de la tranquilidad que se respira en El Naranjo, está la calidez de su propietaria, característica de la gente del Occidente de México.

"Queremos hacer sentir a...

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