Desairan en la Ciudad uso de 'micromorralla'

AutorAbraham Vázquez

Al ver el conjunto de monedas de 20 centavos, el chofer del camión Ruta 31 prefiere perder el pasaje, que cobrarse.

"No. No acepto morralla. Vaya a cambiarlas a un banco", dice Jaime Sosa, conductor del urbano, en tono amable, pero inflexible.

En otra ocasión, se intenta pagar en una tienda de conveniencia un par de botes de agua, pero otra vez los centavos son rechazados.

"Puedo aceptarle con una o dos, pero todas no. Luego los clientes no las quieren si se las damos de feria", dice una dependienta.

En cuestión de dinero, no todo vale a la hora de pagar.

La morralla está en un círculo en el que el vendedor no las acepta y el cliente las rechaza.

Y aunque la Ley Monetaria vigente establece que la morralla debe valer y la Procuraduría Federal del Consumidor avisa en su página web que debe aceptarse, en la práctica es distinto.

Las monedas de baja denominación, como las de 5, 10, 20 y 50 centavos, con frecuencia son rechazadas en comercios. Una práctica que también se ha extendido a las máquinas tragamonedas.

Si en los comercios prefieren perder los centavos por buscar los pesos y así ahorrarse la incomodidad de contar las moneditas, las máquinas tragamonedas, algunas de ellas vinculadas al sector público, como las taquillas del Metro, no incentivan el uso de los metales.

Desde las taquillas del Metro hasta las máquinas de refrescos escupen de regreso las moneditas de 10 y de 20 centavos.

Con un diámetro de 17 milímetros para las de 50 centavos, en su edición del 2009 hecha en base a aluminio, y de 14 milímetros para las de 10 centavos, el diseño de las monedas es uno de los argumentos recurrentes por los que muchos las rechazan.

"Hasta para contar las moneditas batalla uno. No hay dónde ponerlas y luego, de regreso, los clientes no las quieren", reconoce María de Jesús Mata, en un puesto de revistas en el Centro.

Incluso, aunque más grandes, las monedas anteriores de 20 centavos, de 19.5 milímetros, y de 10 centavos, de 17...

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