Hasta derretirse

AutorPatricia Miranda

Enviada

QUEBEC, Canadá.- Nadie que tenga una vista como ésta se atrevería a cerrar las cortinas de su habitación. Enfrente, una bandera azul con una cruz y cuatro flores blancas de lis ondea por lo alto del Parlamento, que muestra una de sus caras laterales.

Abajo, una veintena de personas se dirige hacia las níveas Llanuras de Abraham, sitio en el que en 1759 las tropas francesas perdieron una dolorosa contienda frente a las inglesas y, donde hoy, con actividades que le rinden culto a la nieve, se gana la batalla a una extensa temporada invernal.

Algunos van hacia allá a caminar sobre raquetas de nieve, otros, a practicar esquí de fondo. El resto sólo desea escuchar el placentero sonido que se produce al apretar la nieve suelta con cada paso.

No queda más que calzarse botas y guantes, salir de la cálida habitación y unirse a la concurrida marcha quebequense que, en dirección opuesta y por la calle de Saint- Louis, va rumbo a la Ciudad Vieja. Son apenas las dos de una tarde de sábado y el Sol está a unas tres horas de decir adiós; hay poco menos de 10 grados centígrados bajo cero pero nadie piensa en enclaustrarse.

Es este invierno de 2008 uno muy especial, pues 400 años han pasado desde que Samuel Champlain fundara esta francófona ciudad: los "québécoises" están de fiesta y en esta temporada hacen de la nevisca un confeti especial.

Para disfrutar del festín no hay más que perderse por las sinuosas calles. Poco importa el itinerario que se siga durante un paseo, casi nadie escapa a L'Escalier Casse-Cou, que literalmente significa escalera rompecuellos y es un ícono que conecta a la Ciudad Alta con la Ciudad Baja.

En un punto de esta última, a un costado de la Place Royale, los paseantes esperan su turno para fotografiarse frente a un gran mural que cuenta mediante escenas cotidianas la historia de esta población. Muy cerca de ahí, sobre la Rue du Petit-Champlain, niños y adultos caen en la tentación de tocar las figuras de hielo que se han esculpido afuera de tiendas y restaurantes.

Visitantes y lugareños caminan codo a codo por las aceras. Unos van hacia la Basílica de Notre Dame; otros compran un retrato de la multifacética Quebec por el callejón donde están los artistas: Rue du Trésor.

Imperceptible para la mayoría y adictiva para quienes la encuentran en el número 20 de la C"te de la Fabrique, aparece la tienda departamental más famosa de la ciudad: Simons. A la entrada, un bikini luce atrapado en un bloque de hielo; aún no es tiempo de...

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