Denise Dresser/ ¿Desenmascarar a Marcos?

AutorDenise Dresser

En una entrevista reciente con The New York Times el subcomandante Marcos afirma: "Queremos dejar de ser lo que somos. Queremos mostrar nuestras caras". Muchos mexicanos -marcofílicos y marcofóbicos por igual- esperan con ansiedad ese momento. Quieren saber si debajo del pasamontañas de pelea habita el paladín de la pacificación. Desean descubrir si la máscara oculta a un demócrata o a un dictador. Las perspectivas para la paz no dependen sólo de Fox y de su control sobre el Ejército y de su disposición hacia los duros. No dependen sólo del número de presos liberados ni de zonas desmilitarizadas. No dependen sólo de la iniciativa de la Cocopa y qué hará el Congreso con ella. La paz también depende de lo que Marcos decidirá sobre su propio destino.

Frente a este reto, el subcomandante seguramente responderá que su futuro será escrito por la comandancia indígena. Pero dentro y fuera del país, para bien y para mal, el zapatismo es Marcos. Y ha desempeñado su papel de manera magistral. El subcomandante fue el guerrillero perfecto para la dictadura perfecta. Atrajo la atención a las arbitrariedades ancestrales. Puso al PRI de espalda contra la pared y contribuyó a su caída. Resquebrajó los cimientos de un edificio que después se desmoronó. Colocó sobre la mesa el tema del racismo disfrazado de indigenismo. Pero ahora corre el riesgo de volverse anacrónico, decimonónico, irrelevante. Goliat fue vencido y ahora a David le toca poner su arma en el suelo. Si no hace historia y opta por la paz, la historia misma lo pasará de largo.

La máscara de Marcos tuvo sentido en el pasado. Al esconder su faz y la de los suyos, Marcos revelaba las facciones de un Estado represor. Al ocultar su identidad obligaba al gobierno a evidenciar la suya. Al erigirse como el líder anónimo de los indios, los volvía parte de la conciencia colectiva de los mexicanos. El pasamontañas mandaba un mensaje ético a un entorno que no lo era. Pero aunque al subcomandante le cueste creerlo, México ya no es el mismo. No por la alternancia en el mando sino por la metamorfosis de la sociedad misma. Si antes miles de mexicanos aplaudían la legitimidad de una rebelión armada, ahora miles la cuestionan. Prefieren una paz digna por encima de un impasse interminable. Marcos ha dicho, "los que somos guapos tenemos que protegernos". Quizás ahora debería asumir que los inteligentes tienen que reinventarse.

La pregunta de fondo es si Marcos tendrá la habilidad y la vocación para abandonar las...

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