Denise Dresser / Va porque va

AutorDenise Dresser

"Les guste o no a nuestros adversarios, a los fifís, a la prensa fifí, vamos a construir el Tren Maya. Me canso ganso". Así, de tajo, sin mayor explicación, AMLO contestó a los cuestionamientos sobre la obra de infraestructura que será el sello de su sexenio.

Y su réplica fue ominosa, tanto en la forma como en el fondo; tanto por el tono en el que se refirió a quienes piden más claridad, como por lo que parece una negativa a proporcionarla.

Después de años de licitaciones opacas y adjudicaciones amañadas, dinero despilfarrado y cuatitud corrosiva, obras mal diseñadas y mal realizadas, la sociedad merece saber cómo, para qué, quién y con qué objetivo se gasta su dinero.

La Cuarta Transformación no debería perpetuar las viejas prácticas para nuevos proyectos, o más agravante aún, empeorarlas.

No es un tema solo del Tren Maya; es un tema de cómo construye y cómo gasta el Gobierno, muchas veces de pésima manera.

En el 2017 destinó 585 mil millones a contratación pública con deficiencias sistemáticas en la preparación de proyectos de infraestructura; con procesos de construcción precipitados cuando todavía no estaba suficientemente desarrollado el diseño, y a veces no se había puesto en marcha la supervisión; con convocatorias de licitación incompletas, poco competidas; con proyectos que se prepararon y contrataron a la antigüita, en papel, sin tecnología digital.

Error tras error en obras emblemáticas como el Paso Exprés, el Tren Toluca, el NAIM. Error tras error detectado en el estudio "Ojos a la Obra", elaborado por México Evalúa, y que debería ser lectura obligatoria para el equipo involucrado en el Tren Maya. Porque si no aprenden de los desaciertos de esas tres obras, seguramente los repetirán.

Las licitaciones del Paso Exprés se realizaron con un proyecto ejecutivo incompleto, que requirió adecuaciones permanentes durante la construcción, y el proyecto arrastró conflictos sociales sin resolver.

Las licitaciones del Tren Toluca se llevaron a cabo sin plazos, sin trazos definitivos, sin estudios de viabilidad e impacto, sin derechos de vía, terrenos y usos de suelo liberados.

En el caso de la barda perimetral del NAIM, los documentos de planeación y supervisión se completaron seis meses después de iniciados los trabajos. La edificación comenzó sin Plan Maestro y sin saber qué comprendería el NAIM, lo cual llevó a un sobrecosto de 89 por ciento.

En México la obra pública es sinónimo de opacidad y discrecionalidad que se...

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