Denise Dresser / Usos y abusos

AutorDenise Dresser

Gastar y gastar. Abusar y mal utilizar. A pesar de que México ha cambiado, los modos y las maneras de usar el gasto público permanecen igual. Todos los días presenciamos ejemplos vivos de los objetivos -discrecionales e irresponsables- detrás de la utilización de cada peso público. Para generar redes clientelares; para hacer favores a parientes y a amigos; para eludir decisiones políticamente costosas. En todas las áreas del sector público y en todos los niveles de gobierno: gastos injustificados, excesos inexplicables, opacidad arraigada. El escandaloso caso de Coahuila bajo la tutela de Humberto Moreira es tan sólo la confirmación de la regla.

Pero ninguna institución pública escapa de una realidad caracterizada por la rapacidad, y el documento del CIDE titulado "La Presidencia de la República: Un apartado que no conoce la crisis" lo confirma. La oficina presidencial cuesta y cuesta mucho, a pesar de que muchas de sus funciones son meramente operativas y no están vinculadas con la instrumentación de la política pública. No sólo cuesta; opera de manera arbitraria. El personal que trabaja en la Oficina de la Presidencia no cuenta con criterios definidos de contratación ni con indicadores de desempeño ni con formas de valorar las actividades que realiza.

La famosa partida secreta de la cual dispusieron tan impunemente Carlos Salinas de Gortari, Miguel de la Madrid y -hasta cierto punto- Ernesto Zedillo sigue existiendo a nivel constitucional. Entre 1983 y 1997, según investigaciones de Sergio Aguayo, entre los tres gastaron cerca de mil 342 millones de dólares. Esas fuentes de recursos ejercidos, desviados y manipulados, permanecen allí. Aunque en los últimos 10 años no se han asignado recursos del Congreso para la partida secreta, ésta no ha desaparecido constitucionalmente. Y pocas cosas harían a Enrique Peña Nieto más feliz si lograra disponer de ella en cuanto llegara a Los Pinos.

Más allá de lo que se pudiera ejercer a oscuras está el hecho incontrovertible de que el presupuesto aprobado a la Presidencia se incrementa en promedio una tercera parte cada año. Y esto ocurre sin exposición o planeación de motivos, pero parecería que se destina al incremento salarial del personal operativo. Una Oficina de la Presidencia grande, gastalona, cuyo gasto representa 50 por ciento más que el presupuesto de la oficina de Brasil y 84 por ciento de la oficina de Chile. Y en ambos casos comparativos, esas oficinas tienen mayores atribuciones y mayores...

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