Denise Dresser / Pintándonos solas

AutorDenise Dresser

Aquí va una columna esperanzadora. Una columna repleta de luces en lugar de sombras. Una balsa en el río de fatigas. Un recordatorio de aquello que nos hace despertarnos por las mañanas entre tanta corrupción, tanta impunidad, tanto mal gobierno. Las acciones diarias de esas mexicanas que saltan, corren, actúan, retando el ruido mediocre de las calles. Voces de progreso, de dignidad, de humanidad. Las voces de las mujeres que pueblan el documental Nos pintamos solas, de Marisa Belausteguigoitia y Mariana Rivera, recién estrenado. Una película sobre lo que significa ser una mujer encarcelada en México, pintar los muros de esa cárcel, tomar la palabra. Retomar la vida a pesar de los muros que se erigen para acabar con ella.

Esos muros que cercan y reducen y encierran, pero que al mismo tiempo se vuelven un sitio desde el cual gritar de desesperación. Un lugar desde el cual plasmar la injusticia. Un entorno desde el cual surge la idea de construir una clínica de litigio estratégico, donde me honra participar. Las presas desplegando un repertorio visual, a favor de la transformación de las mujeres y la transformación del ejercicio jurídico y la transformación de las prácticas penitenciarias. Un asalto colectivo a eso que las encierra más allá de los ladrillos y el cemento y las cercas electrificadas: ese repertorio de actitudes, prácticas, esquemas corporales y mentales que lleva a las mujeres a la cárcel real y a la cárcel psicológica. El encierro detrás de la pared y dentro de la feminidad.

Retratado en un documental al que hay que ver desde abajo y con las plantas de los pies, como decía Siqueiros que debe mirarse todo mural. Mujeres víctimas de una mancuerna cruel: el sistema de (in)justicia con sus protocolos, su peculiar definición de "pruebas", su cuestionable definición de "flagrancia". Y por otro lado, la forma de ser mujer en México con sus pruebas, sus protocolos, sus evidencias. Ser mujer en este país que es una cosa seria, un despropósito jurídico, una maquinación dolorosa con muchas probabilidades de convertirse en presa, de ser cazada. Ya no como presunta culpable sino como culpable confesa. Un altísimo porcentaje de mujeres hoy en prisión por delitos vinculados con el crimen organizado, donde acaban por las ganas de bailar. Porque allí en la pista de baile son presas fáciles de hombres que las invitan. Hombres que las conquistan. Hombres que luego les piden...

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