Denise Dresser / Locura kafkiana

AutorDenise Dresser

"Locura kafkiana", dice Carlos Slim sobre los plantones de Andrés Manuel López Obrador a lo largo de Reforma. Y al pronunciarse como lo hace y hasta cuando lo hace, revela lo kafkiano de su propio comportamiento. Lo kafkiano de su involucramiento político y el impacto cuestionable que tanto su activismo, como su silencio, han tenido. Lo kafkiano del trato deferencial que el gobierno de Vicente Fox -y sus reguladores- le han dado. Lo kafkiano del chantaje que los partidos y sus candidatos le han permitido. Lo kafkiano del enorme elefante llamado Carlos Slim en la habitación postelectoral que nadie quiere enfrentar. Pero habrá que hacerlo, porque su poder y su predominio son síntomas de la crisis por la que atraviesa el país. Como lo escribió Kafka, "Hay que empezar con lo que es correcto, en vez de lo que es aceptable".

Porque es inaceptable y una verdadera locura kafkiana, que durante semanas, Carlos Slim supuestamente haya apostado a la posibilidad de un gobierno interino. Que supuestamente haya jugado con la idea de promover a alguien como Juan Ramón de la Fuente, lo cual hubiera inducido una parálisis gubernamental y regulatoria benéfica para sus intereses. Que supuestamente haya buscado un resultado contraproducente para las causas compartidas contempladas en el Acuerdo de Chapultepec. Que supuestamente haya alimentado rumores sobre su financiamiento al plantón, cosa que hubiera ampliado sus márgenes de negociación ante Felipe Calderón. Todo en aras -cabe suponer- de promover la extracción, inhibir la competencia, evitar la regulación, promover legislación a modo o evitar cualquiera que no lo sea.

Porque es una locura kafkiana que quien intentó erigirse en estandarte moral y político del país mediante el Acuerdo de Chapultepec, guardara silencio después del 2 de julio. Que desapareciera durante meses, después del activismo que desplegó y el intervencionismo que justificó. Que eludiera el papel de líder al que tanto aspiró y que 5 mil firmantes del Acuerdo -sin chistar- le otorgaron. El hombre que tenía opiniones sobre todo dejó de tenerlas. Dejó de emitirlas. Dejó de promocionarlas. Dejó de recorrer el país para diseminar sus ideas y ser aplaudido por ellas. Y pareció que actuó así no por prudencia, moderación o autocontención ante un escenario conflictivo, sino debido a las actividades que llevaba a cabo tras bambalinas para aprovecharse de él. Actividades que corrían en sentido contrario al bienestar político y económico del país por...

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