Denise Dresser / Delfina diezmada

AutorDenise Dresser

Había una vez una funcionaria tan convencida de su fe en el Señor de los Cielos, el Líder Supremo, el Comandante y el Rayo de Esperanza, que comenzó a violar la ley para complacerlo.

Aunque presumía formar parte de un movimiento político y espiritual que transformaría al País, no tuvo reparo en armar una red de financiamiento irregular para apoyarlo. Aunque se vanagloriaba de la autoridad moral que poseía, como Presidenta Municipal retuvo el 10 por ciento del sueldo de cientos de trabajadores públicos, y desvió ese dinero para financiar la formación de Morena.

Siguiendo la vieja costumbre de prominentes miembros del perredismo como Carlos Ímaz, Rosario Robles, René Bejarano, y Pío López Obrador, decidió aportar fondos a la causa, porque el fin siempre justifica los medios. Y como los fines de su jefe, el Macuspano Mayor, siempre son buenos, los medios priistas terminan justificados, limpiados, purificados.

Como premio a su lealtad incondicional y su disposición a saltarse las normas a petición partidista, la maestra morenista fue nombrada Secretaria de Educación Pública. Despachó desde el famoso escritorio de José Vasconcelos, aunque su legado estará muy lejos de aquel prócer.

En sus años de turismo político por la SEP, permitió que la criticable herencia que recibió empeorara. Sin duda la pandemia creó retos sin precedentes, pero la nueva titular no pudo ni quiso afrontarlos.

Según un estudio de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, la situación de la educación pospandemia es una catástrofe nacional y transexenal. Más de un millón de estudiantes dejaron de asistir a la escuela, y hubo una reducción histórica de la matrícula escolar por nivel educativo. México perdió más de un año de aprendizajes.

Las y los jóvenes de 15 a 29 años fueron los más afectados por lo ocurrido en el ámbito escolar y laboral. Las brechas se ampliaron, las desigualdades se acentuaron, los pobres se la pasaron peor.

Y al mismo tiempo que la SEP y el director de Materiales Educativos -Marx Arriaga- rehacían planes de estudios, eliminaban evaluaciones, prohibían que los alumnos reprobaran y declaraban que "leer era un goce capitalista", las empresas decían que no encontraban empleados calificados. Que pocos egresados tenían dominio digital o de inglés. Que pocos alcanzaban a cubrir los requisitos para el sector productivo. Que México se rezagaba aún más, porque el estado...

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