Denise Dresser / El ausente

AutorDenise Dresser

Enrique Peña Nieto arrogante. Enrique Peña Nieto ausente. Enrique Peña Nieto atlacomulquense. Las tres a's que definen su sexenio y cuán fallido fue. Un Presidente castigado en las urnas, despreciado por la opinión pública, criticado por la prensa internacional. Tan lejos de aquel hombre que iba a salvar a México y tan cerca de todo aquello que lo empeoró. La corrupción desatada, la violencia desbocada, la impunidad arraigada. En lugar de mover al país, reforzó las prácticas que lo condenan al subdesempeño permanente. En vez de dar un paso a la modernidad, resucitó los usos y costumbres de la rapacidad. El nuevo PRI, que nunca lo fue, regresó para robar y vorazmente. Porque el residente de Los Pinos dijo que era posible hacerlo, sin controles y sin sanción.

Un estilo personal de ejercer, de gobernar, marcado desde el inicio por aquello que los griegos llamaban "hubris". Orgullo, vanidad, presunción. Revelado desde el inicio del sexenio por el Telepresidente y la cúpula empresarial y las televisoras y los cuates que compraron e impulsaron la narrativa del reformismo modernizador. Las 11 reformas estructurales necesarias, el Pacto por México aplaudido, el consenso político forjado. La sacudida que el peñanietismo prometía darle a un país paralizado. El sentido de superioridad que acompañó al mexiquense y a su equipo. Ellos, inteligentes; ellos, estratégicos; ellos, visionarios, se repetía una y otra vez. Desde el pináculo del poder llegaron para concentrarlo y usarlo a sus anchas. Pero la soberbia que los propulsó también fue su perdición.

Altanería demostrada por Angélica Rivera ante el escándalo de la Casa Blanca; altivez evidenciada por Luis Videgaray ante el escándalo de la casa en Malinalco, engreimiento exhibido por el Presidente ante las críticas, las cuales desdeñó en vez de entender su origen. Así como minimizó los eventos de Ayotzinapa y trivializó el socavón y subestimó los reclamos sobre Odebrecht e ignoró el enojo suscitado por el espionaje gubernamental y la "Estafa Maestra" y la corrupción de catorce gobernadores. Ante cada uno de esos casos, no vimos a un Presidente presente, sino a un Presidente ausente. Lejano, desentendido, justificando en vez de explicar, culpando a los detractores de su gobierno en lugar de cambiar aquello que los motivó a serlo. Rodeado de aduladores que...

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