Democracias imperfectas

Por Gabriel Guerra Castellanos

Analista político y comunicador

EL UNIVERSALNos quejamos, mucho, acerca de nuestro sistema político. Caro, ineficiente, poco representativo. Peor calificados, obviamente, quienes forman parte de él. En las mediciones sobre confianza en instituciones, diputados y senadores están al fondo, a un lado de sindicatos y policías.

No es muy diferente la cosa en América Latina. El respetado Latinobarómetro muestra una profunda insatisfacción con la democracia desde México hasta el Cono Sur. Como si se hubieran olvidado las dictaduras militares, los miles y miles y miles de muertos y desaparecidos, de encarcelados y exiliados, desterrados.

En el resto del mundo son honrosas las excepciones, Canadá y Europa occidental entre ellas. Por lo demás vemos democracias fingidas, simuladas, secuestradas por fanáticos y extremistas, por simuladores. Rehenes del dinero, ya sea con cargo a los contribuyentes como en México o con el desparpajo de entregarse al mejor postor como en EU.

En otros países, las quejas son distintas. Ahí hay gobiernos con tendencias autoritarias, que buscan por diferentes métodos subvertir las reglas mismas de la democracia bajo las que llegaron al poder. Es el caso, extremo ciertamente, de Venezuela, pero también el de las reelecciones sin fin aparente.

Pero salvo casos extremos, como en el que se ha convertido la ya mencionada Venezuela, la democracia sigue siendo, en la célebre cita de Churchill, el peor de los sistemas, con la excepción de todos los demás.

Todo esto y más me vino a la mente cuando me enteré, el viernes, del intento de golpe de Estado en Turquía, donde el hoy presidente y antes primer ministro, Erdogan, ha hecho todo para mantenerse en el poder y seguirlo acumulando, a la vez que lleva a su nación por una muy delicada y peligrosa ruta que bordea el islamismo, los conflictos regionales, su pertenencia a la OTAN, su sempiterna ambición, rechazada una y otra vez, de formar parte del club europeo.

Mientras salían a la calle los tanques y sobrevolaban aviones caza y helicópteros militares, mi primer instinto fue pensar que, no importa qué tan mal funcione un sistema, qué tan fingida o manipulada la democracia, siempre será preferible a un gobierno impuesto, literalmente, por las bayonetas.

En redes sociales me encontré con todo tipo de reacciones. Las redes no son más que el reflejo, magnificado, de lo que la gente dice en voz baja, a veces sin pensar. Algunos se...

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