'Si dejo la foto, me muero'

AutorIsrael Sánchez

"¡Or, ven!", grita Graciela Iturbide a su bulldog francés para evitar su presuroso escape al abrir la puerta de su estudio en Coyoacán. "Es 'Or' de (h)orrible", dice la fotógrafa.

Enfundada en un saco con diseño de traje de charro y una larga falda azul marino con líneas verticales, la creadora, escoltada siempre por Or, sube despacio los escalones de su guarida en Heliotropo 37, dirección que da nombre a su primera gran retrospectiva en Francia.

Aunque no pudo ver la Ciudad Luz como quisiese, sabe que su paso por ahí, a través de las más de 200 imágenes en blanco y negro exhibidas en la Fundación Cartier, más algunas a color, ha sido arrasador.

"Me da pena decirlo, pero tuvo muchísimo éxito. Había fotos de Graciela Iturbide en todo París: en el metro, en las calles, en esto, en lo otro", celebra en entrevista, sin perder la modestia.

"Y fue muchísima gente, cosa que el director (de la Fundación) decía: 'Es de las exposiciones a las que más gente ha venido'. ¿Por qué? Yo no sé, porque yo nunca sé nada. Como que las cosas te caen del cielo", dice desde la inconfundible torre de ladrillo de tres pisos diseñada por la firma de su hijo, el arquitecto Mauricio Rocha.

Fue él, de hecho, quien estuvo a cargo de la museografía de Heliotropo 37 en París, un detalle que Iturbide toma con cierto pudor:

"No me gusta trabajar con mis hijos", refrenda.

"Pero (la muestra) tuvo mucho éxito, lo tengo que reconocer".

La conquista no debería sorprender, pues hablar de Graciela Iturbide es hablar de la fotógrafa latinoamericana más reconocida en el mundo, auténtica "Señora de la foto" en México, cuya obra figura en las colecciones permanentes del Museo Getty en Los Ángeles, el Centre Pompidou en París y el Museo de Brooklyn.

Pese a ello, y a los múltiples premios en su haber, se mantiene centrada y con los pies en la tierra. "Me falta mucho", estima quien en mayo próximo cumplirá 80 años. "Ay, ay, no me recuerdes, no me digas eso", se abruma.

"Siento que la foto, el trabajo de un fotógrafo, como la rueda de la fortuna: también es de suerte. Te reconocen y te siguen reconociendo, y hasta cierto punto qué bueno para mí. Pero no creas que me siento: '¡Ay, qué bien que lo estoy haciendo!'. No, para nada.

"El día que yo deje de fotografiar y que pierda la sorpresa de encontrar en el mundo lo que encuentro, me muero", afirma mientras toca madera.

50 AÑOS TRAS LA LENTE

Son ya más de 50 años desde que Graciela Iturbide (Ciudad de México, 1942) llegara a la UNAM con la...

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