Rebanadas/ Para dejarte consentir...

AutorCony De Lantal

Del nuevo Mediterranean de Plaza Fiesta no tengo más que puros elogios. Tiene muy buena cocina, un local acogedor y nos atendieron tan bien, que me atrevería a sospechar que hasta pensaron que era Cony...

No cabe duda de que Nico Canavati es un chiqueador profesional, y ya tiene muy entrenadito a todo su equipo en el arte del apapacho. No sé cómo le hace; ahí está mañana, tarde, moda y noche. Te recibe en la puerta y mal te estás sentando cuando, al voltear, ya lo tienes a un lado. ¡Santa madre! ¡El ataque de los clones! Y así es con todas las mesas. Nico por aquí, Nico por allá, Nico por acullá, ¿no será que de veras son varios Nicos?

Lo malo es que esta "nicotina" también crea adicción. Te acostumbras a que te consientan. Triste realidad después en la casa, cuando el zángano de tu marido no mueve un dedo ni para rascarse solo.

Bueno, pues aquí en el Mediterranean te la pasas muy bien. Aunque el local es realmente pequeño, le sacaron jugo al espacio con una distribución inteligente y techo de doble altura. Se nota que su diseñador (el Arq. Ramiro Villanueva) se pulió con detalles de buen gusto. Pero, seguramente, le daría el telele si se da cuenta de que del lado de la cocina están apilando vasijas y cacharros pegaditos al gran cristal, estilo vitral, que los divide del área de restaurante. Si los alejaran tantito no se transparentarían y ese cristal luciría mucho más.

Detrás de la cocina también hay otro personaje, también propietario, Toño Márquez (ex Grupo Florian), quien igualmente apantalla con su sazón. El pato, el cordero, los cortes de carne, el salmón, especialmente el salmón, le quedan riquísimos. Es más, ya van dos veces que pruebo su salmón Mediterranean (con costra de queso, gratín de papa, pimientos asados y salsa de tomillo), nomás para ver si la primera no fue chiripazo. Pues no, el platillo está exquisito por naturaleza. Aunque si me pongo quisquillosa (¡qué raro!, diría mi marido) me puedo quejar de que la segunda vez estaba ligeramente más reseco y le restó méritos al manjar que me resultó en la primera vuelta.

Al postre también le echan cariño. Probamos una tarta de avellanas y chocolate, sencilla en presentación, pero de muy buen sabor.

Con los precios también se pusieron a la altura, a la altura de la Del Valle, claro, pero a fin de cuentas no están exageradamente caros.

Yo tengo un instrumento de medición sumamente eficaz para saber qué tan oneroso es un restaurante. Se llama "jetómetro" y me indica el grado de...

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