Deja su vida en calles de Madrid

AutorCarlos Rubio

MURAL / ESPAÑA

MADRID.- "¡No hay quien aguante el tráfico!", grita desde su asiento Manuel S.R., un madrileño de 36 años, padre de una niña de ocho y taxista en la capital española desde hace casi una década.

Mientras llega a un semáforo en el cruce entre dos de las avenidas más importantes de la capital española, donde habitan cinco millones de personas y hay casi tres millones de coches matriculados circulando de un lado a otro, Manuel hace todo lo posible por hacerse visible ante el gentío que espera en la esquina y subir algún pasajero.

"No soy propietario, sólo conductor, y hay que hacer muchos esfuerzos para juntar una cuenta decente", aclara mientras avanza lentamente enmedio de un terrible embotellamiento de tráfico, uno de sus calvarios cotidianos al que parece resignado.

Manuel trabaja doce o trece horas diarias y el sueldo apenas le alcanza, expresa con gesto serio cuando llega a la estación de trenes de Chamartín, uno de los centros neurálgicos del taxi, al norte de la ciudad, en donde tendrá que hacer cola durante veinte minutos para tomar a un pasajero.

Con lo que Manuel gana mensualmente, 600 euros más una pequeña comisión del diez por ciento por dejada, en total unos mil euros (14 mil pesos), tiene que hacer frente el solo, porque su mujer está desempleada, al pago de la renta de su casa, el gas, el teléfono, la luz, la Seguridad Social, la comida, la ropa y los útiles de la niña, que en total le supone más de esos mil euros.

"Pero no reniego de mi situación porque al menos tengo un trabajo", comenta.

Son las 6:00 de la mañana cuando Manuel sale de su casa a bordo de su Peugeot 407 modelo 1998.

Su principal temor a esas horas es subir a pasajeros que hagan trayectos cortos porque suponen poco dinero y pérdida de tiempo por los embotellamientos matutinos.

En su casa ha dejado a Laura, su esposa, quien se encarga de llevar a la escuela a la hija que tienen en común.

"Manuel trabaja prácticamente todo el día y vuelve por la noche molido", cuenta Laura, una madrileña de 34 años.

Los fines de semana, añade la mujer, tiene que dedicarse al papeleo y al mantenimiento del coche, a veces ve a sus amigos y sólo el domingo está más tiempo con su mujer y su hija.

Cuando realiza el turno de mañana, Manuel no encuentra complicaciones por problemas de seguridad; sin embargo, en el turno de noche, de seis de la tarde a seis de la mañana, ya no se siente tan seguro porque no puede saber quién será el cliente que le toque subir.

"La noche es...

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