La defensa como arte

AutorMario Abner Colina

CARTAGENA DE INDIAS, Colombia.- Más de 23 mil ingleses y algunos norteamericanos a bordo de 186 barcos querían tomar esta ciudad. Entre ellos y su meta se interponía, apenas, una defensa de 5 mil hombres y seis embarcaciones.

Era tan grande la certeza de triunfo de los atacantes en el sitio de Cartagena de Indias en 1741 que, incluso, antes de la batalla forjaron una moneda conmemorativa con la leyenda: "El orgullo español puesto de rodillas por el Almirante Vernon".

Una réplica de esa moneda es la que vemos adornando un pedestal a los pies de San Felipe de Barajas. El castillo fue a donde los defensores se replegaron tras dos meses de batallas. Edward Vernon, el soberbio oficial inglés, jamás lo pudo tomar.

Arriba del pedestal está la estatua de Blas de Lezo, conocido como "Medio Hombre", héroe de los defensores que, en refriegas anteriores, había perdido su brazo derecho, así como su pierna y ojo izquierdos.

Subir al Castillo, un gigante de piedra y ladrillo ubicado en el cerro de San Lázaro desde el que se tiene una bella panorámica de Cartagena de Indias, es prácticamente una obligación para quienes visiten esta ciudad también llamada "La Heroica".

El recorrido lo guía Guillermo Rosales, un veterano experto en la fortificación, la mayor construida por los españoles en el Nuevo Mundo.

Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1984 en conjunto con el resto de las fortalezas de Cartagena, San Felipe de Barajas es un aparentemente sencillo pero intrincado complejo defensivo con puentes, desniveles, baterías, torres y trampas. Comenzó a ser construido en 1536 y estuvo terminado 16 años después.

Tocar sus torres o cañones hace que el visitante se sienta en una novela de aventuras, defendiendo la fortaleza palmo a palmo. Es una edificación perfectamente diseñada para no caer.

Mientras grupos de turistas se sacan millones de selfies, aquí y allá, Guillermo nos muestra los mínimos escondrijos en los muros desde donde los fusileros asomaban sus poderosas armas y disparaban a los invasores.

"Para inutilizar a los fusileros, los tiradores enemigos debían ser perfectos. Era muy difícil que una bala entrara", dice.

Buena parte de los muros eran otra maravilla: fueron levantados en forma piramidal para que las balas de los cañones de los atacantes hicieran poco daño o hasta rebotaran al no encontrar la resistencia de uno vertical.

Los grandes puentes del castillo, al replegarse el ejército, eran destruidos para retardar aún más el camino invasor.

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