EN EL DEBATE / Las razones del castigo

Alicia Ocampo Jiménez

Ya nos enteramos que la regidora Elisa Ayón fue grabada mientras "exhortaba" a sus empleados para que repartieran el pastel del erario, con unas expresiones y una lógica de justicia distributiva que sinceramente no me parecen una novedad en el actuar de muchos políticos mexicanos.

¡Pero qué susto manifestaron algunos cuando la escucharon decir esas terribles palabras altisonantes, qué sorpresa que existan semejantes actos de corrupción tan inauditos, por los cuales destituyen de su cargo a quien se consideraba a sí misma como intocable, e incluso la futura Gobernadora de Jalisco! Parece que creen que la ciudadanía no se da cuenta de cómo está México, debido a esta partidocracia que merma las libertades individuales, hasta el grado de que algunos políticos y políticas se apropian del erario y de las personas mismas.

Elisa Ayón ha dejado de tener nombre propio para convertirse en "Lady Panteones" o "Lady Regidora". De ser "sujeta política" (dejemos el "sic." para promover el lenguaje incluyente), ahora se convierte en objeto de burlas y vituperios, es sólo una Lady más. No es la primera vez que se le pone el antecedente de Lady a mujeres que abusan de su poder político o el de sus familiares, pero decirles así nos ofrece una arista de análisis que vale la pena observar con los lentes del género.

¿Cuándo hemos escuchado hablar sobre el "Gentleman (X Político)"? No es necesario, en este machista país damos por hecho que el ámbito de lo público es para los varones, parece las mujeres somos intrusas. Con mucha facilidad nos convertimos en "ladies" o "edecanes", tal como el editorialista Gabriel Torres llamó a la diputada Verónica Delgadillo. Por eso, si un político es déspota en el ejercicio del poder, se convierte en un tótem idolatrado y protegido por sus secuaces; pero si lo hace una mujer, la graban a escondidas y se "viraliza" la información en los medios, como si el caso fuera una vergonzosa excepción.

Dice Bourdieu que la violencia simbólica consiste en arrancar sumisiones que ni siquiera se perciben como tales, apoyándose en creencias socialmente inculcadas que oponen lo masculino y lo femenino. En mis investigaciones y diálogos suelo escuchar a mujeres con puestos políticos destacados quienes consideran que deben esforzarse "el triple" respecto a sus homólogos masculinos para demostrar que sí merecen el puesto que tienen, es común que se les critique cuando son jefas ("a mí no me manda una vieja", les han dicho) y...

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