EN EL DEBATE / Mexicanos en las calles

José Ruiz Valerio

Ayer por la tarde, una gran cantidad de personas marcharon en la mayoría de las ciudades más representativas del País y del extranjero donde habitan numerosos mexicanos. Reclamaron la posibilidad de vivir tranquilos y seguros en una sociedad donde se controle la delincuencia en todos los niveles, en la que existan instituciones que trabajen a favor de los ciudadanos, que los escuchen y tengan en cuenta acerca de sus aspiraciones y reclamos. Puntualmente, en el deseo de erradicar la escalada de inseguridad que se vive en México.

Algunos pueden preguntarse e incluso cuestionar si las marchas son el medio más eficaz para manifestar los reclamos ciudadanos. Mi opinión es que definitivamente sirven, por varias razones.

En primer lugar, porque permiten que los ciudadanos expresen sus puntos de vista y reclamos sin intermediaciones ni censuras. Especialmente cuando no hay oradores, banderas ni identificaciones partidistas, ideológicas ni de ningún otro tipo que puedan distorsionar los objetivos. En nuestras sociedades sobredimensionadas y mediáticas, la ocupación de espacios públicos visibles por parte de los ciudadanos constituye una de las manifestaciones más claras de la opinión pública.

Sirven también porque los ciudadanos son los depositarios directos del poder democrático. Por lo tanto, al expresarse hacen uso de su poder real, no delegado. En democracia, los ciudadanos gobiernan a través de sus representantes, pero no hablan solamente a través de aquéllos. Estos ejercicios permiten manifestarse a los ciudadanos en los períodos que median entre las elecciones. Justamente, ayer los ciudadanos hicieron un uso claro de sus derechos para reclamar contra la inseguridad y sus consecuencias más o menos inmediatas.

Como fenómeno extendido, la inseguridad provoca el deterioro social: genera violencia, facilita el desarrollo de distintas prácticas corruptas y clientelares, no siempre ilegales, pero decididamente antisociales. Sin embargo, produce una consecuencia de más largo plazo que se debe destacar.

Nuestra sociedad está habituada (lamentablemente) a convivir con la pobreza material que afecta a miles de personas y de hogares. La inseguridad genera una nueva pobreza: la legal. Si la primera está focalmente ubicada en los sectores menos favorecidos de la sociedad, la segunda es más extendida, plural y, a su modo, democrática. Porque pobres legales no son sólo los pobres materiales, los sectores medios y altos de la población...

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