EN EL DEBATE / Especuladores... somos todos

Carlos Ramírez Powell

Todos los días entramos, sepámoslo o no, al mercado a comparar precios y encontrar el más bajo, si estamos comprando; el más alto, si estamos vendiendo.

El dinero, como todo lo que entra en juego en un mercado, también tiene un precio: si lo pedimos prestado se le va a adjudicar un costo con tasas de interés. Si lo depositamos en un banco buscaremos la mejor tasa de interés; si lo estamos prestando, buscaremos fijarle la más alta tasa que acepte nuestro acreditado. Si lo estamos cambiando por otra moneda, haremos una comparación de precios. A final de cuentas, demanda y oferta fijarán el precio.

La pequeña tormenta política desatada en torno a "los especuladores" es una de esas bagatelas, obras de teatro guiñol, que se escenifican periódicamente en nuestro País, en donde los villanos conocidos se amparan en la impecable ejecución de sus "fechorías" al abrigo de la ley y los héroes blanden el puño frustrados, pues sus mejores intenciones de proteger a la Patria, la moneda o la virginidad se topan con el marco regulatorio establecido para dichas operaciones. Los villanos, resulta, han respetado a pie juntillas las reglas del juego (de hecho, tienen mucho que ver con su diseño).

La actual encrucijada, lo que nos revela es que detrás de los "héroes" de esta farsa ha habido, desde hace mucho, una capitulación a las reglas del juego globalizador. El Banco de México se jacta de tener amplias reservas para defender al peso de las acometidas especulativas, pero sus reservas están definidas exclusivamente en dólares, por lo tanto se puede denominar al peso como un derivado débil del dólar; 80 mil millones de dólares en reservas es una bolsa microscópica cuando observamos que un par de apuestas desafortunadas de los grupos empresariales mexicanos tienen que ser solventadas... ¿por quién?, por el Banco de México, por supuesto, por todos los mexicanos.

El actual marco regulatorio nacional para las operaciones monetarias y empresariales está hecho al gusto y necesidades de la masa monetaria y sus dueños, que exigen total y absoluta opacidad en sus movimientos y el ágil atributo de volar hacia cualquier rincón del orbe en donde alguien pueda ofrecerles los mejores rendimientos. En época de la bonanza, en donde globalización equivalía a "cuerno de la abundancia", nadie se quejaba o advertía de los riesgos de la desregulación; desregulación equivalía a globalización. ¿Y quién se podía oponer a ello? Ahora nos topamos con la faceta...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR