EN EL DEBATE / Dos caras de un desastre

Luis Valdivia Ornelas

Los sismos del 19 y 20 de septiembre de 1984 generaron conciencia de manera súbita y trágica sobre la importancia de la protección civil, pero lo que ha sucedido en el último año en el mismo mes nos hace pensar que todavía falta un largo camino por recorrer.

México es altamente vulnerable ante la ocurrencia de fenómenos naturales peligrosos, en los últimos 30 años se han presentado intensos sismos, grandes inundaciones, o deslizamientos, somos junto con Australia los únicos países que se ven afectados por ciclones en ambos litorales. Año con año siguen registrándose pérdidas de vidas y heridos, los daños económicos se incrementan, más población se ve obligada a desplazarse y se trastoca la vida de comunidades enteras; además aumenta el costo de la recuperación; seguimos siendo una sociedad poco resiliente, es decir, con poca capacidad de recuperación y de prevención.

El año pasado por las mismas fechas, el ciclón Manuel interactuando con Ingrid, uno en el Pacífico y el otro en el Golfo de México -que por cierto, no son situaciones climáticas excepcionales, sólo hay que revisar la historia reciente- generaron decenas de muertos y heridos; personas desplazadas y viviendas dañadas.

Ahora vemos que se repite la tragedia por Odile en Baja California Sur. En la zona de Los Cabos se estiman en más de 250 mil personas afectadas; el número de muertos y heridos por fortuna fue menor, pero se interrumpieron servicios básicos en la península como la electricidad, el agua, el abasto y las comunicaciones. La población quedó completamente expuesta. Los planes de contingencia no consideraron el tipo y la magnitud del daño que pudiera ocasionar un ciclón; tanto en Guerrero como en Baja California Sur las autoridades municipales y estatales fueron totalmente rebasadas por la emergencia. La federación tuvo que hacer frente al problema, ocasionando que la población pasara las primeras horas sin algún tipo de apoyo, generándose desesperación, pánico y, en Los Cabos, saqueos y pillaje, cayendo en una situación de descontrol social, con miles de turistas varados.

Los desastres no son hechos fortuitos o aislados, o sólo causa directa de la intensidad del meteoro. Los desastres se construyen cuando la población está asentada en zonas más peligrosas, es más pobre, la infraestructura es más vulnerable. Los asentamientos han crecido a expensas de los curso de agua, en las laderas o en zonas bajas de los sistemas lagunares, o sobre la duna de la...

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