David Martín del Campo / La gloria y los tafetanes

AutorDavid Martín del Campo

Algo más que un ex Presidente se extinguió el martes de la semana pasada, pues al morir José López Portillo concluyó un modo viril de llevar las cosas públicas. Y lo digo con todo sus riesgos: sí, inequívocamente viril.

A los que entonces -en aquellos años de borrasca nacionalista- nos tocó vivir de cerca los desmanes del poder, guardaremos por siempre dos o tres anécdotas que solamente al calor de un par de whiskys nos animamos a soltar.

Salir de gira con la comitiva presidencial permitía algo más que el simple desempeño de un reportero. Para el Presidente López Portillo, cada gira representaba una posibilidad de reinvención. Reinventar al país con los ardores de la oratoria, como ningún otro Mandatario lo hizo, cuentan, desde los tiempos de Obregón.

Todos recordamos aquella retórica excedida... el peso defendido como un perro y el perdón de los pobres hasta arrancarle las lágrimas. Y luego sus desplantes de seductor, porque lo era, participando de una cultura donjuanesca hoy venida a menos.

Y entre fervores y frivolidades se le fue, materialmente, el país de entre las manos. El hallazgo de los cuantiosos mantos petrolíferos en la cuenca de Tabasco y Campeche no fueron suficientes para salvar unas finanzas desesperadamente deficitarias.

La devaluación del peso, en su turno, le ganó el odio de la clase media y cada vez que lo descubrían de shopping en el extranjero, los esquilmados turistas no dudaban de reclamárselo con denuestos.

¿Qué había ocurrido en esos seis años de patrioterismo nepotista? Preguntárnoslo hoy, cuando acabamos de celebrar el Día de la Bandera, es un buen momento. Y eso porque con López Portillo comenzó a menguar el fervor nacionalista que abarcó de la nacionalización petrolera de 1938 a la expropiación bancaria de aquel tremebundo 1982.

Luego comenzaría un proceso, en apariencia implacable, de arrasadora internacionalización. Llegó el TLC, llegó el sida, llegó el internet.

No está por demás, con todo ello, celebrar a la bandera que representa el símbolo patrio por antonomasia (junto al escudo y el himno nacionales); nuestra bandera se levanta como el emblema que nos da cohesión cívica a partir de la gesta de Independencia.

"¿Qué valor tiene este trapo teñido de colores y pintarrajeado con la imagen de un ave de rapiña?". La pregunta, de suyo insolente, fue seguida de otra igualmente terrible: "¿Cómo es posible, señores, que durante 100 años los mexicanos...

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