David Gómez-Álvarez / Licitar como negocio

AutorDavid Gómez-Álvarez

Supongamos que un ayuntamiento quiere pavimentar una calle que el alcalde prometió en campaña. La normatividad establece que, por regla general, las obras públicas como la pavimentación de una calle deben ser licitadas (por concurso público) para asegurar el mejor precio. El sentido común dicta que, además, la obra la realice una sola constructora que se haga responsable para garantizar los estándares de calidad. Al final de cuentas, de lo que se trata es que la licitación sea asignada a la mejor propuesta y que tenga el mayor beneficio posible.

El problema surge cuando algunos ven en esa calle un negocio privado en lugar de una obra pública. Entonces, lo que sucede es que en vez de licitar la obra pública de manera abierta, transparente y competitiva, echan mano de distintos resquicios legales y argucias ilegales para realizar la obra de forma cerrada, opaca y discrecional. La fragmentación de la obra pública es una práctica mucho más recurrente en todos los gobiernos de lo que imaginamos. Suponiendo, sin conceder, que no existe corrupción en la asignación simulada de la obra pública, lo que es innegable es la ineficiencia social de dicha práctica.

En términos constructivos, fragmentar la licitación para la pavimentación de una calle (o cualquier obra pública no compleja) es una maniobra que resulta en costos más elevados, una menor calidad y, en consecuencia, una pérdida neta de eficiencia social de la obra pública. Esto, sin considerar el costo adicional del posible desvío de recursos o pago de sobornos para quienes maniobran las adjudicaciones directas: constructores y funcionarios públicos coludidos.

Alguna vez le escuché decir a un funcionario de Naciones Unidas que las tramas de corrupción en la obra pública eran como los restaurantes del Barrio Chino de Nueva York: aparentan distintos locales de comida, uno al lado del otro, pero en el fondo todos comparten una misma cocina. De esa manera hacen creer a los comensales que son distintos establecimientos, cuando en realidad es el mismo negocio que simula distintos menús.

El modus operandi de la fragmentación de las licitaciones es tan burdo como...

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