David Gómez-Álvarez / ¿Chivos expiatorios?

AutorDavid Gómez-Álvarez

La justicia nunca es del todo justa. Más bien es selectiva, caprichosa, contradictoria. Las cárceles están abarrotadas de inocentes, mientras que los culpables se campean impunes. De ahí la baja confianza ciudadana en las instituciones de procuración e impartición de justicia. La ciudadanía no confía en los jueces ni en los fiscales. Lo mismo se puede decir del combate a la corrupción: el escepticismo social es inversamente proporcional a los niveles de impunidad. Dicho en otras palabras, mientras más impunes son los casos de corrupción, menos credibilidad ciudadana existe en las instituciones anticorrupción.

Por eso es tan importante el desenlace de los casos de Miguel Castro, ex secretario de Desarrollo Social, y de Antonio Cruces, ex secretario de Salud, que marcarán la suerte de la Fiscalía Anticorrupción y, en cierta medida, del Sistema Estatal Anticorrupción en su conjunto. Lo que está en juego, por tanto, no es la libertad de dos ex funcionarios, sino la credibilidad de un conjunto de instituciones que forman parte de un recientemente creado sistema para controlar la corrupción.

Por un lado, está el ofensivo caso de Cruces, quien se ha burlado de la justicia utilizando todo tipo de artilugios jurídicos a su alcance: compra de amparos a granel, incluso en otros estados; despachos jurídicos "cercanos" a jueces; justificantes médicos simulados; todo para evitar presentarse ante la justicia. No obstante sus evasivas, se le tienen abiertas múltiples carpetas de investigación, de modo que si la Fiscalía Anticorrupción hace bien su chamba, tarde o temprano tendrá que ir a prisión: son demasiadas irregularidades como para que le alcancen los artilugios.

Por el otro, está el insólito caso de Castro, quien abiertamente desafió a la justicia: desacató la orden de un juez que le dictó arraigo domiciliario. Por más absurda y excesiva que pudiera haber sido la medida cautelar, se trataba de una orden judicial. Ya sea por exceso de confianza o como una estrategia para martirizarse, lo cierto es que Castro provocó su propio encarcelamiento al presumir evidencias de su desacato en redes sociales...

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