'La danza, mi territorio'

AutorErika P. Bucio

No sabía que era un pez fuera del agua hasta que la danza se le presentó por "puritita casualidad" en plena adolescencia, a Claudia Lavista (París, 1969) le bastó una clase con el maestro y coreógrafo Federico Castro para saber que a eso dedicaría el resto de su vida.

En el Colegio Madrid se embarcó en la aventura de montar una coreografía a propuesta de una de sus amigas, ella sí con estudios de danza, pero el resto no tenía ni la menor idea. Ensayaban en un garaje, pero todo apuntaba al desastre. Hasta que la instigadora de la idea propuso ir a las clases de Federico Castro un mes, un formador de generaciones de bailarines, y a quien Lavista reconoce como su padre en la danza.

"¿Qué crees? No voy a hacer música, no me quiero dedicar al chelo, quiero ser bailarina", corrió a decirle a su padre, el compositor Mario Lavista. Vendió su instrumento y se anotó en las clases de Castro. Tenía 14 años. No lo supo entonces, pero con esa decisión satisfizo el deseo secreto de su padre de tener una hija bailarina.

Era un tiempo propicio con la efervescencia de los grupos independientes de danza a mediados de los 80, con creadores como Alicia Sánchez, Rodrigo Angoitia y Raúl Parrao. Justo con U.X. Onodanza, la compañía de Parrao, incursionó en la disciplina a los 17 años.

"Bailar con Raúl, con U.X. Onodanza, fue la gran escuela de no tenerle miedo a nada, yo aprendí ahí de la irreverencia", dice Claudia Lavista, pilar junto con Víctor Manuel Ruiz de Delfos Danza Contemporánea, afincada en Mazatlán.

Estar con Parrao le dio además el "gran regalo" de ir de gira a Nicaragua donde vivió los primeros años de la Revolución. Acompañó a su madre, la cineasta Rosamartha Fernández, a construir el canal sandinista de televisión.

Ella a su vez se unió a la Juventud Sandinista 19 de Julio y participó en la Cruzada Nacional de Alfabetización.

Estudiaba en un colegio jesuita, como lo eran casi todos en la época, a pesar de que sus padres eran declarados ateos entonces.

"A mí me cambió la vida esa experiencia porque fue una época muy hermosa de Nicaragua, era un momento en donde los principios y los valores tenían que ver con la justicia, la solidaridad, la construcción de un país.

"Me fui alfabetizar al campo, con los campesinos, era una niñita, estaba acabando la primaria", recuerda. Como los demás niños, a los 11 años empezó a participar de esa tarea.

"Eso me generó una enorme conciencia de la autonomía y de la independencia, y de saberme capaz, me regaló una...

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