Custodios de la muerte

AutorJavier Garduño

Iban a ser las siete de la mañana cuando las puertas del elevador se abrieron. Había caminado unos cuantos pasos hacia la salida del edificio y me detuve frente al televisor que estaba sobre el escritorio del lobby, atraído por las imágenes de las notas policiacas.

Mataron a Isabel Cristina Arango Amaya, dijeron en las noticias esa mañana. Era mi vecina, la colombiana del departamento 104. No lo podía creer.

Ya no me pude despegar de la pantalla, se me aceleró la frecuencia cardiaca mientras el conductor decía que el homicidio había ocurrido en la madrugada. La asesinaron en su departamento, mientras yo dormía en una habitación del mismo edificio.

Por el impacto que me causó la noticia no me había dado cuenta que esa mañana no estaban los custodios de seguridad privada que vigilaban el edificio, hasta que los vi en las imágenes del Canal 13. Fueron detenidos después del crimen.

La sangre se me heló. No había duda de que eran ellos. Estuvieron viendo la tele antes de huir y después aparecieron tras las rejas en su propio televisor, recordó el portero del edificio marcado con el número 43, en la calle de Amsterdam, colonia Condesa.

Un año antes de que ocurriera el homicidio, Andrea Reyes Carmona, entonces administradora del inmueble, nos informó a los condóminos que cinco empresas de seguridad privada le habían entregado la cotización por los servicios de vigilancia en nuestro edificio.

Por seguridad, sobre todo en las noches, estuvimos de acuerdo en contratar una empresa de vigilancia intramuros. Andrea nos demostró que la compañía "Seguridad Privada Alvarez" era la más barata y la aceptamos sin tomar en cuenta los riesgos.

Andrea conoció a Ricardo Fuentes Alvarez en el mercado de la Colonia Morelos. El sujeto estaba cuidando los comercios de dicho lugar y además era el dueño de "Seguridad Privada Alvarez", compañía con la que firmamos el contrato.

El 15 de septiembre de 1999, la empresa envió a sus primeros dos custodios, quienes fueron reemplazados dos meses después por los homicidas.

Empresa para Robar

Ricardo Fuentes Alvarez, de 27 años, y Juan Carlos Manzano Herrera, de 19, son cuñados y llegaron en noviembre a ocupar la plaza de Burgos y José, a quienes despidieron con premeditación. Ricardo argumentó que faltaban mucho, aunque no era cierto.

Desde el escritorio, situado junto a una jardinera en el lobby del edificio, Ricardo y Juan Carlos saludaban con cierta distancia a todos los vecinos que se dirigían al elevador, pero concentraron su atención en las actividades de una mujer de 45 años.

Era Isabel Cristina Arango Amaya, la del 104, que llegaba en un automóvil Honda Civic de color negro.

Isabel Cristina llegó al edificio en 1996 cuando compró el condominio. Nació en Colombia y tenía una hermana en México. Para su desdicha, sus propios custodios la escogieron para atracarla.

Ricardo invitó a Juan Carlos a participar en el golpe, le pidió que consiguiera a alguien "que no se rajara" y Rubí Cartas Aragón, en ese entonces de 17 años, era vecina de Juan Carlos en la Colonia Morelos. Ella aceptó la propuesta sin condiciones...

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