Relicario/ Curiosos inventos

AutorAlejandro Rosas

Cualquier idea podía materializarse en una invención. La inercia del progreso porfiriano se había extendido hasta después de la caída de Díaz, y en 1912, en pleno maderismo, los inventos estaban a la orden del día. Hasta las mujeres se unían a la fuerza creadora de la imaginación, y sin complejos presentaban sus proyectos en la oficina de patentes. Luisa González, comerciante avecindada en Coyoacán, dio a conocer una "nueva y útil fórmula medicinal" para curar la sífilis denominada "Específico Falniéres". Por su parte, el médico español Celestino Rivera, con residencia en el puerto de Veracruz, inventó un producto compuesto puramente de vegetales llamado "Nutrolactol Rivera", "poderosísimo medicamento para aumentar la leche materna y enriquecerla cuando ésta sea pobre en calidad". Pero la más curiosa de las invenciones registradas provenía del cerebro de Leopold Laereman, un estadounidense con domicilio en la Ciudad de México. Su invento era algo fuera de lo común: el "excusado higiénico crematorio". La idea parecía de mal gusto, sobre todo al describir en su documento el proceso que seguía el excremento. Sin embargo, el concepto era novedoso y hasta parecía conveniente. "Cuatro son esencialmente las ventajas que representa: ser...

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