Cumple 'bodas de plata'

AutorDora Luz Haw

MÉXICO.- Han pasado 25 años desde que el escritor Efraín Bartolomé (Ocosingo, Chiapas 1950) vio en letras impresas Ojo de Jaguar, el primer libro dentro de su vasta bibliografía, una compilación poética que no ha dejado de transformarse y que este diciembre se publicó en tres ediciones diferentes.

"Además de ser el primero, es el que me ha acompañado como una especie de columna vertebral a lo largo de mi vida, con su manojo de nervios y de control sobre actos musculares", describe.

De la primera aparición de este texto -en ediciones de la revista Punto de Partida-, a la segunda, su contenido creció el doble y posteriormente se le fueron sumando poemas de la misma familia espiritual, formando un corpus de "creaturas vivas".

Pensó que la versión definitiva quedaría plasmada en Agua Lustral, que recoge la primera parte de su obra poética, sin embargo, para la siguiente se habían agregado más y así sucesivamente hasta la última versión, coeditada este mes de diciembre por la Universidad de Colima y la editorial Montevenus.

"Hace unos días que leía en público partes del libro, me brotó en el oído un nuevo verso que no está en esta edición y que se está cociendo para una futura", dice el autor, quien explica que hay obras, en cambio, que nunca toca, tal es el caso de Música Lunar, sobre el mito de la Diosa (tierra), que para él es un corpus cerrado.

Ojo de Jaguar, título que fue muy elogiado desde su primera publicación, tiene como centro a su familia en paisajes construidos de ríos, pozas, ceibas y fauna de la Selva Lacandona.

El detonante de este poemario fue su visita a Chiapas cuando tenía 25 años de edad, y llevó a su primer hijo con la intención de que viera las cosas que él había visto de niño.

"El gran choque fue ahí, descubrir que todo lo que mis ojos habían visto, ya no era igual, que había disminuido el caudal de los ríos, que el monte era distinto, que los pantanos estaban disecados, que la selva del primer valle estaba literalmente desaparecida y daba paso a campos cultivados y potreros.

"Al ver una torre de exploración petrolera me golpeó mucho aquel verso de Borges que dice que 'una cerca le duele al horizonte', y en mi horizonte, en mi serranía magnífica había una mole de hierro", cuenta.

Ahí comenzó a brotar la búsqueda de un territorio de infancia en medio de ese edén subvertido.

"En esa emoción elegiaca, en esa extraña mezcla entre lo que mis ojos veían y habían...

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