De cultivo sostenible

AutorRigel Sotelo

Al hablar de la comida, solemos concentrarnos fundamentalmente en un extremo de la cadena: el final. Prestamos atención a los platos preciosos, la experiencia, las marcas, los restaurantes, los chefs...

Vemos en el supermercado alimentos perfectos y hermosos, listos para ser consumidos; en los platos, una obra de arte para ser retratada. Pero este fenómeno reciente nos ha alejado cada vez más del origen de los ingredientes.

La desconexión es tan profunda que no nos damos cuenta del enorme daño que las prácticas adoptadas le ocasionan al planeta.

EL PROBLEMA

Actualmente, nuestro sistema agrícola produce una de cada cinco toneladas de dióxido de carbono emitidas por los humanos.

Entre la cantidad de bosque deforestado cada año para seguir sembrando, la crianza de ganado, la quema de cultivos y el mal uso de los suelos, estamos produciendo más gases de efecto invernadero que los que emiten todos los autos, camiones, trenes, aviones y barcos del mundo juntos (16.2 por ciento).

Los agroquímicos utilizados en la tierra la erosionan hasta volverla infértil y sin capacidad para retener nutrientes, contaminan las aguas y enferman a los campesinos. ¿Cómo terminamos así?

En los 40, la llamada "revolución verde" llegó a México implementada por el ingeniero forestal Norman Bourlaug. Con la idea de volver al campo lo más productivo posible se armaron paquetes tecnológicos: semillas "mejoradas", fertilizantes, pesticidas y mucho riego.

Los resultados son innegables: la producción de cereales se duplicó, lo que permitió la explosión demográfica sostenida que hemos tenido y, definitivamente, ayudó a alimentar a la población en situación de hambre en varias partes del mundo. Mucha gente aún lo apoya incondicionalmente.

Pero ese rendimiento no resultó sostenible: la tierra sometida a todos esos químicos se ha erosionado y está muriendo.

Debajo de nuestros pies habita, al menos, 25 por ciento de la biodiversidad del planeta, ecosistemas enteros en los que interactúan mamíferos, como las tuzas; insectos, como hormigas, ácaros y termitas, además de innumerables bacterias, virus, protozoarios, nemátodos y hongos.

Todos estos organismos ayudan enormemente a las plantas en la conducción de nutrientes, además de prestar un servicio invaluable, pues capturan gases de efecto invernadero y secuestran emisiones de carbono.

POSIBLE SOLUCIÓN

Mucho se habla últimamente de agricultura regenerativa. Más que un solo sistema es un conjunto de prácticas que busca mantener la...

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