Cuatro días en Sudáfrica

AutorFlorencia Podestá

Una aventura en la que lo mismo temía por mi vida que luchaba con micos por unas galletas o miraba la belleza de los leones. Sin duda, algo que todo buen viajero no puede perderse.

Día 1. El duende del desayuno

El campamento es acogedor, un hallazgo práctico y minimalista en medio de la sabana. Duermo en una carpa tipo militar con dos ventanas y baño incorporado.

No hay electricidad. A cada uno se le asigna un par de faroles de aceite. Nos instruyen que nadie, bajo ningún pretexto, debe caminar por la noche sin la compañía de un guardia o guía armado. A nuestro alrededor no hay barda o alambrado. Los animales se acercan tanto que, a veces, por la mañana, pueden verse sus huellas mezcladas con las nuestras.

A las 5:30 horas suena el "tam-tam", la versión local del reloj despertador. Igual, ya estaba despierta. Es difícil dormir cuando amanece así, con nubes rosadas y un alucinante cambio de guardia de los animales: del batallón nocturno de grillos se pasa al griterío de los pájaros.

Afuera aparece una bandeja con café y bizcochos. Busco al duende del desayuno pero no lo veo por ningún lado. Tal como me recomendaron, trabo el cierre de la carpa para mantener a los monos, ladrones incurables, afuera de mi tienda, lejos de mi comida.

Pronto, con cara de desmañanados, estamos arriba de la Land Rover. Vamos en busca de los "big five", que no se refiere a los cinco animales más grandes, sino a los cinco más peligrosos para el cazador, según describe Jacques, nuestro guía. Un encuentro con algún león, rinoceronte, elefante, búfalo o leopardo es el trofeo que todo visitante quiere llevarse de su paso por estas tierras. Tenemos suerte. Nos encontramos con una familia de leones.

Es fantástico cómo siempre que nos paramos para ver un animal, de pronto descubrimos que hay muchos más alrededor que no habíamos divisado. Incuso los elefantes. ¿Cómo pasar por alto semejante mole? Es que cuando están quietísimos se vuelven como invisibles.

Día 2. Un día de suerte

"Tam-tam" matutino, y el duende del café deja lo suyo. Al principio sólo andamos con la Land Rover por caminos de tierra oteando el horizonte, pero de repente llega un llamado por la radio con las coordenadas donde se encuentra una pareja de leopardos. Vamos hacia allá.

Es un día de suerte: dice Jacques que los leopardos son bastante difíciles de ver, que a veces gente que vive en estos lugares no ve uno en su vida. Son hermosos, la leoparda lo araña, juega, lo busca un buen rato, pero el macho está...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR