'Este fue el cuarto de La Gaviota'

AutorJorge Ricardo

El jalisciense Rogaciano Javier Meza cree que hubo de todo: Pactos inconfesables, pagos ocultos, traiciones, despilfarro, alcohol, joyas, fiestas. "Aquí hubo demasiada extravagancia, la recámara presidencial mide cien metros cuadrados. Ahí cabe toda mi familia, hasta mi coche", dice.

Desde hace ocho días, cuando la residencia de Los Pinos se abrió después de 83 años, muchos mexicanos llegan con temor. Entran como se ingresa al territorio de un enemigo que se ha ido en retirada. Su imaginación no alcanza. "Le venía diciendo a mi esposo: 'Quién sabe qué habrá pasado por acá', se siente algo, no sé, pero se siente algo raro'", comenta Lidia Martínez. "El ambiente es muy pesado", coincide su marido.

Los dos están sentados en uno de los jardines que hasta hace una semana cuidaban 18 elementos del Estado Mayor Presidencial. Grandes peces de colores se mueven en el fondo de un estanque, mientras ellos mastican gajos de naranja. Ante su vista: un espacio de 127 mil 951 metros cuadrados, un lugar donde Lázaro Cárdenas reunía cada año a 30 niños pobres de una escuela para que su primogénito, Cuauhtémoc, se diera baños de pueblo.

La mayor parte de lo que ahí ocurrió seguirá en secreto, pero hay algunas cosas que se filtran. Entre 1947 y 1952, el Presidente Miguel Alemán Valdés ordenó construir una residencia de 5 mil metros cuadrados, con dos niveles y el sótano, que llevaría su nombre. En la entrada, dos esculturas helénicas de mármol blanco de Carrara: copias de la Venus de Milo y la Venus de Médici, que hoy, tras varias remodelaciones, ya no existen.

En la entrada está el escudo mexicano, donde en agosto pasado se retrató el tatuador Jon Boy, conocido por cobrar mil dólares por hora. Había ido a tatuar a las hijastras del Presidente Peña. Ahí mismo inicia una rampa ovalada, flanqueada por las esculturas de 14 ex mandatarios, pero que mandó construir Gustavo Díaz Ordaz como pista para que sus hijos condujeran sus go-carts.

Por ahí cruzó el Papa Juan Pablo II para oficiar una misa privada a la mamá de José López Portillo en 1979, cuando México aún no tenía relaciones con el Vaticano, pero no hubo problema. "Si hay una multa, la pago", dijo el priista. "Se vive bien en Los Pinos", escribió Jolopo en sus memorias. "Disfruté la cancha de tenis y las dos albercas".

María Esther Zuno de Echeverría le comentó que era muy cansado subir y bajar la escalinata de mármol y Lopez Portillo mandó construir un elevador.

El sitio favorito de Felipe Calderón para...

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