La Cuarta Revolución (1797-1800)

El general Picton murió, a los cincuenta y seis años de edad, en la batalla de Waterloo. Le habían herido gravemente en la batalla de Quatre Bras dos días antes, pero él mismo se vendó y ocultó la herida. Cuando Wellington, bajo cuyo mando directo se encontraba Picton, ordenó la retirada, el gobernador perdió los estribos: dijo que Waterloo era un sitio de mierda para librar una batalla.

El más malhablado villano que haya vivido jamás, dijo Wellington sobre Picton. Pero por entonces Picton tenía licencia: caballero de la Orden del Baño, diputado, héroe de la guerra de la Independencia española, unánimemente aclamado por la Cámara de los Comunes como "uno de los más destacados de esa gloriosa estirpe", su fama, obtenida en Ciudad Rodrigo, Badajoz y Vitoria, mayor que la de sir John Moore, el del poema, que en 1797 también era gobernador militar de las Antillas con una soldada de treinta chelines al día.

Diez años después de la muerte de Picton se decidió erigirle una estatua en Carmarthen. Incluso el rey aportó dinero, y el hermano de Picton, párroco de Pembrokeshire, -acababa de regresar de las tierras de Picton en Trinidad, donde le habían impuesto una multa de ciento sesenta y cuatro libras esterlinas por maltratar a dos negros de la hacienda-, envió un humilde agradecimiento por mediación del secretario de Interior, sir Robert Peel. El capitán Marryat, el novelista, hijo de un propietario de esclavos de Trinidad, escribió una reseña sobre él. En 1835, veinte años después de la muerte de Picton, apareció una biografía en dos volúmenes, Vida, que tuvo dos ediciones. Hubo gente que situó entonces a Picton por encima de Wellington; pero eso formaba parte de la reacción que siguió a la prolongada ignominia que había precedido a los cuatro años de gloria de Picton.

La gloria militar a la que Picton aspiraba y que finalmente logró no podía durar. Se basaba en el valor personal: el humo despejándose, el héroe al frente de sus hombre subiendo por la brecha en Badajoz; el héroe encabezando el batallón portugués en retirada en Busacos y, aún con el gorro de dormir de colores, gritando "¡Adelante!" y "¡Viva!". El estilo -"Ese maldito peleón de Crawfurd nos va a poner en apuros un día de estos"- era el estilo militar de la época. "Un cuerpo más impresionante para sus enemigos": Abercromby dijo estas palabras en Irlanda, Picton en Puerto España, pero el sentimiento se atribuye a Wellington. La fama de Picton y otros quedaría disuelta en la leyenda de...

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