El cuaderno verde / Profecías autocumplidas

AutorPepe Gordon

¡No vaya a ser que gane!

¡Sí, no vaya a ser!

Y aunque no estaban seguros de que iba a ganar (de hecho estaba abajo en las encuestas), lo invitaron porque podía ser el ganador y lo empezaron a tratar como si fuera ya el ganador. Lo recibieron de manera espléndida, le cumplieron el capricho de que llegara a la hora que se le antojara ya que lo querían convencer por las buenas de que cambiara. Pero de pronto algo se salió del guión. El personaje se resistía a moderarse. Dio un aviso: "Ni crean que me van a quitar las ideas que tengo en mi cabeza, pero como soy muy bueno, eso no lo vamos a discutir hoy.

El temor empezó a crecer: ¡no iba a cambiar! Cuando se fue el visitante y regresó a su país presumió que lo habían tratado maravillosamente y que sus ideas e insultos seguían en pie aunque los pobres que trataron de convencerlo aún no lo sabían. Los que lo invitaron no lo podían creer. Como en una tragedia griega, todo lo que habían hecho se empezaba a convertir en una profecía autocumplida. Al darle el trato de posible ganador le habían conferido un aura de ganador. Las encuestas, provisionalmente, así lo indicaban.

Ahora tenían el problema de la paradoja del adivinador planteada por García Márquez: si efectivamente en el futuro el personaje temido fuera el ganador, ellos habrían tenido razón al prever que eso iba a pasar y que necesitaban hacer algo. Sin embargo, una pequeña arenilla que no querían ni siquiera reconocer perturbaba su pensamiento: Y qué tal si justamente lo que hicieron precipitaba la tragedia.

De acuerdo con el sociólogo Robert Merton, una profecía autocumplida tiene en su origen una falsa definición de una situación o persona que genera un comportamiento que precisamente logra que la falsa concepción se haga verdadera.

En la literatura abundan ejemplos. El escritor Etgar Keret escribió un cuento basado en una experiencia que tuvo con una novia. Ella lo cortó porque no soportaba la idea de que él algún día la fuera a engañar. Aunque él la amaba con locura y no había nada que temer, el fantasma del abandono había creado su...

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