El Cuaderno Verde / De ida y vuelta: imaginación y realidad

AutorJosé Gordon

El escritor estaba fascinado con la historia que le contaban telefónicamente. "¡Cómo es posible! ¡No puede ser!". Un joven lo observaba desde lejos tratando de adivinar lo que se oía del otro lado de la línea.

El escritor era Isaac Bashevis Singer. Lo que sucedió en esa conversación fue narrado por su hijo, Israel Zamir, en el libro En busca de mi padre. La llamada fue realizada por una mujer que vivía en Long Island. Todavía conmovida, le contaba a Bashevis que se había ido de compras durante el día cuando de pronto se dio cuenta que se le había perdido la llave del departamento. Era su única llave.

Ella vivía sola y no tenía duplicado. Desesperada regresó por las calles que había caminado para tratar de encontrar la llave. Regresó a las tiendas visitadas. No encontró nada. Al anochecer se resignó. Tendría que pasar la noche en la casa de su hermana. Se dirigió a la estación de trenes. Cuando estaba formada en línea para comprar su boleto le llamó la atención el brillo de un objeto metálico. Se inclinó y vio con sorpresa que era su llave.

"¿Me puedes dar una explicación?". Bashevis Singer le respondió sin pestañear que una "entidad" la había protegido. Había evitado que viajara de noche en la peligrosa selva de Brooklyn. A la mujer le pareció perfectamente aceptable la respuesta.

Historia de una lectora

Hace unos días mi amiga Gela Segovia me envió una historia relacionada con el relato anterior que condenso aquí. Es igual de sorprendente e inverosímil:

"Mi abuela me lo contó cuando yo era pequeña. Conoció a mi abuelo en la plaza de Tampico. Alrededor del kiosco donde tocaba la banda del pueblo, las muchachas paseaban dando la vuelta en dirección a las manecillas del reloj mientras los muchachos daban la vuelta en sentido contrario. Así sus ojos se cruzaron. Se enamoraron. Al cabo de unos meses vino el compromiso. Él le dio un anillo, pero la vida no avanza sin tropiezos. Después de una seria pelea, mi abuela salió corriendo al muelle, se quitó el anillo y lo arrojó al mar. Al día siguiente, mis abuelos se...

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