Cronista de guardia

(Embargada para sitios en internet hasta las 24:00 horas locales)El diablo anda suelto…Luis Guillermo Hernández EL UNIVERSALEl "chavo" entró deprisa a la tienda de macetas, como si hubiera llevado el alma atravesada por un apuro, como si la noticia, terrible noticia a juzgar por su gritoneo, le estuviera quemando las piernas, llagando la lengua: "Rosita, Rosa… córrele… el niño".Y la tal Rosita, vendedora de macetas y macetones de barro y cerámica en el mercado de flores de Nativitas, en Xochimilco, una mujer regordeta y bonita, blanca, de labios gruesos, de caderas y muslos carnosos que un minuto antes sonreía de oreja a oreja, ni siquiera esperó a que los clientes le abrieran paso desde el fondo del local: sólo escuchó "niño" y salió disparada, acompañada de todos sus santos, fue todo en uno.Los estantes llenos de macetones con formas de ranas, de hongos, duendes, figuras como Superman, el Chavo del 8, Don Gato, parecieron hacerse a un lado para que corriera la muchacha. Los 10, quizá 12 metros desde el fondo del lugar se hicieron centímetros con su carrera.-¡Virgen Santísima!- se le escapó, angustiada, mientras se oía un "córrele" más al heraldo de la mala noticia, un chamaco de unos 20 años igual que ella, delgado, con dientes prominentes, moreno, de manos llenas de tierra, quien al verla salir como loca dejó escapar una sonrisa casi maligna, una mueca socarrrona como aquellas que dibujan los artistas en las brujas de los cuentos de hadas que todos conocemos.Como quien tiene la certeza de que el diablo anda suelto.-¿Mi hijo, dónde… dónde está?- todavía alcanzo a decir la dolorosa, como si la hubieran adiestrado Sara García y sus 11 mil lamentos, un segundo antes de que una ola de agua, un grueso chorro helado según dijo después, le bañara la cara, el pecho, la panza."Scuaaashhh", se oyó dentro del local. Fue una cubetada de agua limpia, brillante, aturdidora, que cayó de la calle Madreselva, casi esquina con Galeana, contra la indefensa Rosita, quien irónicamente se paró en seco, al chorro del agua y el tronido de una risotada groserota, gruesa, que se multiplicó por cuatro cuando se acercaron los otros tres...

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