Cronista de guardia

(Embargada para sitios en internet hasta las 24 horas locales)El misterio de las 56 plazasHéctor de MauleónEL UNIVERSALEn el Centro Histórico, perdidas entre el follaje anárquico que las rodea, existen 56 plazas. ¿Habrá alguien que las haya caminado todas? Algunas de ellas son amplias, prestigiosas, apabullantes: el Zócalo, la Merced, Santo Domingo.Existen otras, sin embargo, compuestas por minúsculos espacios desolados, que aparecen de golpe cuando se cruza una calle o se dobla una esquina. Son las plazas olvidadas de los relatos antiguos: aquellas "donde la Llorona se lavaba los pies a la medianoche".Son las plazas de los perros, la miseria y el ambulantaje. Las plazas de las sombras sospechosamente quietas, en donde, noche a noche, la ciudad sigue ensayando, como en el poema de Huerta, "sus bochornosos actos de vieja díscola y aparatosa".Hubo una época en la que los habitantes de la ciudad perdimos el Centro. Las calles del poniente -Madero, 5 de Mayo, Venustiano Carranza, 16 de Septiembre- fueron pulidas, remozadas, entregadas a los almacenes, los bares, los restaurantes, el gran comercio. Ahí empezaba la ciudad francesa que soñó gobernar Porfirio Díaz.Las otras calles, las del oriente, esas que corren por la parte trasera del Palacio Nacional, calles coloniales cargadas de templos, de casonas, de conventos, fueron sencillamente entregadas al olvido: las convirtieron en bodegas, en tianguis, en vecindades.En esa zona de edificios en ruinas, de prodigios arquitectónicos semihundidos en el subsuelo, se localizan algunas de las plazas más antiguas, más bellas, más misteriosas. La Soledad, la Santísima, Santa Catarina, El Aguilita, La Alhóndiga, Loreto.Sólo es posible recorrerlas con una mezcla de júbilo, de asombro, de furia, de dolor. ¿Quién mueve un dedo por preservar todo esto?Un dato para Guinnes: la plaza más pequeña del Centro se llama San Salvador El Seco (esquina de Bolívar y Nezahualcóyotl). Está compuesta por sólo tres bancas: no mide más allá de 20 pasos. La plaza es, sin embargo, el mirador privilegiado de la bella capilla que la nombra: un tesoro del siglo XVIII que apareció como por arte de magia en 1861, cuando la Reforma mandó demoler los muros del convento de Porta Coeli.A falta de dinero para proseguir con la demolición -que...

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