Cronista de Guardia

(Embargada para sitios en internet hasta las 24 horas locales)Jueves de Corpus sangrientoHéctor de MauleónEL UNIVERSALMi inauguración ante las instituciones del país ocurrió el 10 de junio de 1971, un jueves de Corpus sangriento. Acababa de cumplir ocho años. Vivíamos en Amado Nervo, a unos metros de la Normal de Maestros. Cuando sonaron los primeros tiros, mi abuela metió a los niños bajo la cama, y se hincó a rezar. La oí decir: "Pobres muchachos", y "¡Sálvalos, Dios mío!".Estábamos solos en la casa. Mi hermana recuerda que antes de que todo comenzara escuchó un grito cuya mención me sigue poniendo la carne de gallina: "¡Halcooones!". Ahora creo que añadió ese grito a su memoria debido a los relatos que escuchó después, porque aquel "¡Halcooones!" no pudo sonar en Amado Nervo, sino más allá, en la calzada México-Tacuba: el sitio en donde 500 hombres de cabello corto, dotados de armas de fuego y varejones chang, bajaron de unos camiones grises y se lanzaron sobre los alumnos del Poli, la UNAM, la Ibero y el CCH, que marchaban en apoyo de cierta huelga iniciada por alumnos de la Universidad Autónoma de Nuevo León.Recuerdo el tronar de las armas de fuego, recuerdo que la calle se llenó de gritos, recuerdo que salí de mi escondite, corrí la cortina y miré por la ventana: los estudiantes intentaban escalar las rejas de la Normal. Los Halcones los golpeaban, les disparaban por la espalda. Vi caer varios cuerpos.Mis tíos, estudiantes entonces, fueron llegando entre la balacera con caras por las que no corría una gota de color. Uno de ellos escondió a dos muchachos en un tinaco vacío de la azotea. Mi abuela enloqueció: "¡Vas a matarnos a todos!" y le ordenó echarlos. Él los despidió en la puerta y les pidió perdón. Recuerdo sus caras. No he olvidado sus caras.A la hora del crepúsculo, los tiros se fueron apagando, y por fin cesaron. Regresé a la ventana: en la calle había zapatos, muchos zapatos, y hojas de papel regadas por doquier. Grupos de granaderos hacían formación en las esquinas. Unas barredoras del gobierno del DF limpiaban el pavimento. Mi madre fue la última en llegar. Creímos que no volvería.Eran los días del PRI en todo su esplendor. El regente capitalino Alfonso Martínez Domínguez declaró que los halcones no existían: "Son una leyenda". El procurador Julio Sánchez...

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