CRÓNICAS DEL METRO / Vagabundos

A veces, de la nada, es posible hallar en nuestro camino dentro del gran gusano naranja a pobres vagabundos con harapos en vez de ropa, con mugre en vez de piel, con cayos en vez de calzado.

Cuando los encuentras deambulando en los andenes, alejando a todos con su mal olor, te preguntas muchas cosas sobre su vida, todo gracias al ocio que generan las largas travesías por Metro.

Primero te preguntas "¿cómo demonios entró?", dudas que en sus bolsillos rotos existan siquiera tres monedas de a peso que le alcancen para el boleto de acceso. Te lo imaginas cruzando los torniquetes a gatas, escapando a la mirada de los vigilantes que casi siempre están distraídos mirando una guapa güera perfumada.

Después te cuestionas "¿a dónde pretende ir?", pues usualmente los vagabundos no tienen meta o destino, recorren la ciudad buscando desechos para reciclar, limosnas para sobrevivir.

Y por último interrogas "¿acaso será feliz?" y lo observas...

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