Crónicas del Metro / Trancazo

Lo que me faltaba: un descalabrado. Mi prisa era mucha, tenía que llegar en menos de media hora a mi trabajo, ya llevaba un gran retraso y el estrés se iba instalando en todo mi cuerpo. Eran las 19:40 horas del 24 de diciembre. Desde que salí de mi casa todo marchó mal.

No había peseros, pero sí muchos pasajeros, luego un policía detuvo el microbús en que viajaba todo apretado para una inspección de rutina. Y ahora esto.

La marcha del gusano naranja que me transportaría del Metro UAM-I a Garibaldi iba bien, viajábamos rápido, tal vez recuperaría algo de tiempo perdido.

Pero no contaba con que tres estaciones después de que abordé el Metro, esa rapidez se vería interrumpida porque alguien jaló la palanca de emergencia.

Todos nos preguntábamos qué pasaba. De repente se oyó en el altavoz al conductor pidiendo una camilla.

Un hombrecillo vestido de azul caminaba sobre el andén. Otro lo seguía de cerca. Mientras el primero desdoblaba la camilla que llevaba en sus manos, el segundo ayudaba a un hombre de mediana edad a salir del Metro y...

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