CRÓNICAS DEL METRO / Sermón

Fue una noche larga. El baile, las copas, el humo del cigarro, los chistes aburridos de los cuates, los celos estúpidos de la novia, el billete que no alcanza para nada, la preocupación de llegar temprano a casa...

Pero la mañana fue más larga todavía porque no le quedó ni un quinto para el taxi de regreso y tuvo que tomar el primer viaje del Metro para irse a su casa.

No es el primero ni el último al que le sucede esto. Aparte está chavo, tiene 20 años y, como está amaneciendo el domingo, pues no tiene urgencia por llegar rápido. Como sea, el regaño ya se lo ganó.

Su papá es alivianado. El sí entiende que está en la edad del reventón, de las novias a montones y la formación de una identidad. Por eso le da permiso para hacer lo que quiera. Pero su mamá, de plano, es la que exagera.

Que no llegues tarde, que acompañes a Ana temprano a su casa, que no tomes mucho, que mañana tienes que estudiar, que quiero que me acompañes al Centro porque necesito algunas cosas, que recojas tu plato, que te fajes la camisa que pareces payaso, que si embarazas a alguien vas a echar a perder tu vida, que qué va a ser de ti cuando yo no esté... Toma...

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