Crónicas del Metro / Prepotencia

Manuel se encuentra molesto porque lleva más de 20 minutos formado en espera de comprar una planilla.

Su esposa Esther y él se dirigen al Seguro Social de la Raza, ya que Esther está a punto de dar a luz. Ellos no cuentan con los recursos económicos para pagar un taxi. Además, a duras penas les alcanza con el salario mínimo que gana el marido, como ayudante de ebanista.

Los minutos transcurren y la entrada del Metro Velódromo está obstruida por los 40 usuarios que comienzan a crear una melodía maternal a ritmo de chiflidos.

Dentro de la taquilla una mujer de facciones toscas, mastica un chicle que despide un extraño olor, se encuentra de espaldas hablando por teléfono.

A carcajada abierta la señorita se mece dentro de su pajarera, sólo voltea cuando un indignado habitante le toca insistentemente con una moneda por el vidrio, pero ni eso logra llamar la atención de esta chica descortés.

La fila comienza a dar vuelta a las afueras de la estación, las personas aprovechan que el encargado del orden está acrecentando su acervo cultural con una revista, que por lo regular está guardada en la parte trasera del pantalón y se introducen al Metro por debajo de los torniquetes.

La taquillera cuelga y continúa su trabajo el cual nuevamente se ve interrumpido, porque no hay cambio, el señor en completo estado de desesperación le dice en tono agresivo a la empleada, que se quede con el dinero del cambio a ver si le sirve para comprarse un celular.

El futuro papá comienza a desesperarse ya que su mujer comienza a sentirse mal, camina recorriendo la fila en busca de una persona indulgente que quiera comprarle dos boletos.

Los usuarios se voltean cuando Manuel se acerca hacia ellos, se imaginan que desea y prefieren ahorrarse el decir no.

La empleada del...

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