Crónicas del Metro / Paso diario

Mi andar pausado molesta a los usuarios del Metro. Me empujan cuando no pueden rebasarme entre tanta gente que les resulta un estorbo. Viejos, niños, señores con bultos y mujeres de anchas caderas caminan despacio, no dejan pasar al que lleva prisa. Esquivo a los rijosos, hago contorsiones y los engaño con movimientos bruscos.

Estorba mi mochila a la espalda a los usuarios que se aproximan por la retaguardia, por eso me la quito y la coloco sobre el piso, de esa forma la cuido entre mis pies y evito cualquier tentativa de robo.

Preparo mi estrategia para bajar en San Lázaro porque la multitud está pronta a irrumpir en el vagón de la misma manera que lo hará un equipo de fútbol americano atacando a sus oponentes.

Me apena ver que señoras de la tercera edad no pueden contra la muchedumbre y mucha vergüenza de que no les ceden el asiento reservado especialmente para ellas.

A pesar de aumentar el volumen a mi iPod puedo escuchar el fastidioso sonido chirriante de los vendedores de discos ilegales, estos muchachos si que son un fastidio para el alma, ellos si saben como hacerlo, su...

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