Crónicas del Metro / Monstruo

Sabía que algún día tenía que suceder...

No era lógico, ni admisible, que tantas noches en vela, entre ensayos, controles de lectura y otras muchas tareas que sólo fueron resueltas con litros de refresco y cafeína, pasaran por mi vida sin dejar graves consecuencias. Fue el viernes 31 de octubre del año 2003.

Subí al Metro en la estación Chilpancingo y creí que el breve recorrido a la estación de transbordo en Centro Médico había transcurrido sin relevantes, hasta que puse un pie afuera del vagón.

Sentí entonces el cuerpo pesado y la fuerte impresión de que el andén entero se estaba meciendo. La gente a mi alrededor pedía auxilio a gritos y yo trataba de preguntarles qué era lo que pasaba, pero apenas me acercaba a ellos, salían corriendo.

Yo, al fin chica vanidosa, temí estar desarreglada y aún en medio de la conmoción, caminé hacia el extintor, cuyo vidrio me había servido tantas veces de espejo y...

Ya no quedaba duda. Los ojos inyectados, el cabello enmarañado, la dentadura hecha pedazos; la advertencia de mis mayores al fin se había cumplido: las desveladas...

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