Crónicas del Metro / ¡Manos a bordo!

Placeres, placeres... las manos al ingresar al Metro son a veces traviesos ratoncitos. Hacen 'toc toc toc' sobre los muslos, truenan sus dedos o se acarician impacientes ante la demora de un tren. Pero otras manos no son precisamente juguetonas. Además de las archiconocidas manos ladronas, hay manos destructoras y claro, manos insolentes...

Lejos de lo que se dice llamar 'amor', más de una mano navega en ese océano de tela cuyas profundidades no esconden pescaditos de colores, temibles mantarrayas u orcas feroces. ¿Por qué retan a la incontenible marea? No. No la retan. Simplemente esas manos se procuran el goce dejándose llevar por las olas, en una integración natural a los movimientos del agua. Y es en la mezcla con la ondulación del vagón que se sumergen sin permiso en olitas inocentes, conocidas como "faldas". Estas van y vienen, ocultando fisonomías cóncavas, convexas y otras, carentes de ahondamientos o protuberancias ¿Qué ocurre cuando se produce el vínculo mano-falda? Pues ¡zas!, que irrumpe otra mano, araña y resguarda con celo la paz de su madre falda, haciéndose acompañar de un "¡sáqueseviejomarrano!" ¿Se desata el maremoto? No. Pese a que todo está dado para que se arme en grande la trifulca, nadie dice ni 'mu'. Todos se observan, guardan silencio y hasta sonríen ante la osadía de la mano pizpireta que agarró 'donde no'. Esa indiferencia parece tener mucho de complicidad, y es que en el océano capitalino los cardúmenes no abundan. Nadie se siente parte de la comunidad y nadie se...

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