Crónicas del Metro / Dulce Compañia

Wilebaldo siempre ha considerado que las dos horas diarias de camino que ocupa desde su casa en el norte del Estado de México hasta la Universidad Nacional "son un desperdicio". Así nomás.

Frustrado desde que inició el semestre (o a lo mejor desde que nació), el muchacho ha visto a sus cursos de Historia como su mayor pesadilla.

"Nunca me ha gustado esta maldita carrera", se ha quejado ante propios y extraños, sobre todo porque su sueño era estudiar Ciencias Políticas.

Y cada día de clases que ha sufrido, Wile se la ha pasado de mal genio. Eso sí, no falta a la escuela, pero él argumenta que más bien es que ya se le hizo costumbre. Sin embargo, la causa verdadera es un misterio.

Acompañado por miles de capitalinos, Wilebaldo usa el trayecto matutino del transporte subterráneo para seguir quejándose, aunque sea hacia sus adentros. Hoy, la situación no es muy distinta, pero también se da tiempo para seguir informado de su pasión: los ires y venires de la "grilla", es decir, de la 'polaca' nacional.

Cargado con su bonche de libros de sus odiadas materias en una amplia mochila deportiva, Wilebaldo prefiere enterarse "cómo van corriendo los caballos hacia la Presidencia" con la lectura de la revista política de moda.

El buen Wile subió en Indios Verdes, y tan interesado va en el reportaje que sólo de un reojo se entera que el tren ya llegó a División del Norte.

Las puertas se abren, el veinteañero está sentado en uno de los lugares individuales que quedan justo enfrente de la salida y una voz femenina lo interrumpe:

"Wili, ¿cómo estás?", le pregunta Patricia, una de sus compañeras en varias asignaturas.

Con la revista entre las manos, su primera reacción al ver a la guapa mujer es arrugarla (a la revista, no a la chava).

"¿Qué onda?, ¿qué haces por estos...

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