Crónicas del metro / Clase de pintura

Me subo al Metro en Iztapalapa, como todos los sábados; busco libros fuera de la estación Bellas Artes, así que me voy hasta el vagón de adelante, listo para mi clase de pintura, que sin querer me imparte una chica que todos los sábados también se sube en el mismo vagón al llegar a Atlalilco.

Al subir, -como siempre- a esta hora, el tren va repleto, pero no lo suficiente para privarme de los colores que lleva en sus lienzos.

He visto un platón con frutas tan reales que se ven deliciosas, un paisaje con montañas reflejándose en el agua de un lago, el rostro de una virgen o un gato durmiendo bajo la sombra de un árbol; en fin, tantos colores, figuras y estilos.

Así, sin que ella lo sospeche, he aprendido de su arte en cada viaje al centro de la Ciudad, quizá regrese de su taller de pintura o lleve sus cuadros hacia alguna galería, lo cierto es que no he tenido viajes más educativos sobre color y forma que éstos.

Tal vez no logre por mi cuenta el mejor de los métodos o pueda diferenciar técnicas estilísticas, pero el mirarlos es fuente de...

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